¿Edad Romántica o Edad de Piedra?
Imagine por un momento la vida en la Inglaterra del siglo XVIII. Quizá esas escenas vengan a la mente como mostró Sir Joshua Reynolds en 1789 en su pintura The Braddyll Family: una mujer con una falda de holanes sentada con su perrito faldero en una ornamentada silla; su esposo, de pie atrás de ella con una peluca empolvada y chaqueta roja, mira al observador; el hijo, reclinado lánguidamente contra una estatua, sostiene su sombrero y guantes, aparentemente listo para pasear por la propiedad de la familia una vez que terminen sus aburridos momentos de pose. Ahora imagine lo que era la vida para nuestros antepasados cazadores-recolectores. Probablemente se asemejaba a la vida actual de los Nukak, un pueblo indígena de la selva tropical del Amazonas. Una fotografía reciente de una típica familia Nukak muestra a dos mujeres casi desnudas frente a un tazón rudimentario en el que han recolectado comida. Tienen a sus bebés pegados, mamando mientras ellas trabajan bajo un techo de paja burda. Su vida no parece fácil.
“Mientras la tecnología mejoraba lentamente, las condiciones materiales no podían mejorar permanentemente”.
Con estas dos imágenes en mente, considere en qué mundo preferiría vivir – el de la Inglaterra del siglo XVIII o el de los Nukak. Muchos dirían que en el primero. Y aun así, los datos recientes demuestran que el estándar de vida de una persona promedio a fines del siglo XVIII en Inglaterra no era mayor que el del promedio de los Nukak hoy en día. Aunque algunos grandes acaudalados fueron inmortalizados en pinturas como The Braddyll Family, a los ingleses que vivían en la Edad Romántica, en promedio, no les iba mejor que a los cazadores-recolectores del año 10.000 a.C. De hecho, es posible que les haya ido mejor a los de la Edad de Piedra. Seguramente, su sociedad era más igualitaria.
La “trampa maltusiana”
La explicación a esa impresionante carencia de progreso es la trampa maltusiana, llamada así por el Rvdo.Thomas Robert Malthus. En An Essay on the Principle of Population, de 1798, Malthus observó la relación entre la población y los estándares de vida, y se le ocurrió un simple y atractivo modelo económico de su entorno en ese siglo. El modelo de Malthus requiere sólo tres supuestos básicos: cada sociedad tiene una tasa de natalidad y una tasa de mortalidad y, al crecer la población, los estándares de vida disminuyen ya que, esencialmente, ese patrón lleva a que demasiada gente esté en busca de muy pocos recursos. Otra pieza del modelo maltusiano es la tecnología: cada sociedad tiene cierto nivel de producción en cierto momento, que varía con su nivel de sofisticación tecnológica.
“Desde la Revolución Industrial ... hemos entrado en un nuevo y extraño mundo en el que la teoría económica es de poco uso para entender las diferencias en ingreso en las sociedades”.
La economía maltusiana es la única alternativa de los animales, ya sean colibríes o seres humanos. Es, realmente, la economía natural, pero es extraña, por lo menos para los lectores modernos. Por ejemplo, en esa economía, la virtud es vicio y el vicio es virtud. Tradicionalmente, la guerra, la violencia, las pérdidas de cosechas, la poca higiene y salubridad, y los desastres naturales no se han considerado buenos. Pero lo son en un mundo maltusiano: incrementan la tasa de mortalidad, que a su vez incrementa los estándares promedio de vida. De manera similar, en un mundo tal, las virtudes habituales, como la paz, la redistribución de riqueza a los necesitados, las iniciativas de salud pública y una sociedad estable serían malas porque disminuyen la tasa de mortalidad y tal vez aumentan la tasa de natalidad, haciendo que a todos en la sociedad les vaya peor. Perverso, pero desafortunadamente cierto.
“El hombre primitivo comía bien comparado con uno de las sociedades más ricas del mundo en 1800”.
Desde la Revolución Neolítica – hace unos 10.000 a 12.000 años, cuando los seres humanos empezaron a sembrar – hasta el siglo XIX, la estática economía maltusiana atrapó a los seres humanos y les impidió llegar a un estándar de vida mucho mejor. Hubo cambios tecnológicos, pero muy pocos. La tasa anual de avance tecnológico antes de 1800 era menor al 0.05%. Hoy en día, la tasa anual de cambio es 30 veces esa cifra. Y, sin embargo, aun sin considerable progreso tecnológico, la sociedad europea cambiaba lentamente en formas que prepararían el surgimiento de la Revolución Industrial, en parte debido a la mugre. Antes de la Revolución Industrial, por ejemplo, era común en Londres utilizar el sótano como fosa séptica. La gente casi no se bañaba. La gran densidad de población urbana y las condiciones deplorables incrementaron la tasa de mortalidad, al igual que el otro “útil” agente de cambio social: la peste negra.
“Las sociedades de cultivo que buscaban y cambiaban, tenían una forma de ‘prosperidad primitiva’ ... medida por la abundancia de tiempo libre en oposición a la de bienes”.
La selección natural también cumplió su función, como en todas las sociedades animales. El creciente éxito reproductor recompensó los rasgos que hacían a alguien buen agricultor de clase media o tendero. Los preindustriales pacíficos y trabajadores que sabían leer y algo de aritmética tenían más hijos, que sobrevivieron a pesar de la mugre y la enfermedad. Por otro lado, los datos muestran que los ricos tenían más hijos y sobrevivían a los pobres. Ya que la economía era estática, los hijos de los ricos tenían que trabajar en posiciones “inferiores”. El hijo de un hombre con muchas tierras podría terminar como pequeño terrateniente; el hijo de un artesano podría ser un simple obrero. Mediante esos mecanismos, las características culturales burguesas como la paciencia, el trabajo arduo y el ingenio, se esparcieron y formaron los cimientos de la siguiente revolución. Es interesante pensar que tal vez había otras razones además de la cultura. Es posible (aunque improbable) que haya habido una pequeña alteración genética en la naturaleza humana.
La Revolución Industrial
De cierto modo, la Revolución Industrial no fue tan revolucionaria. A pesar de la creencia común, no fue un gran cambio frente al pasado, después del cual hubieran crecido rápidamente las economías europeas debido a la mayor productividad laboral. Más bien, fue la aceleración de una tendencia a largo plazo. El avance del progreso tecnológico empezó mucho antes de 1800. El progreso fue gradual y varió mucho con el tiempo. De hecho, hasta es difícil dar una fecha a la Revolución Industrial. Podría ser 1800, pero podría haber líneas divisorias en 1860, 1600 ó hasta 1200. Además, el aumento de ingreso per cápita a partir de 1800 fue resultado no sólo de los avances tecnológicos, sino también de la decreciente fertilidad. Comenzando por las familias de clase alta y en cascada hacia abajo, las parejas tenían menos hijos.
“Las sociedades sujetas a las restricciones maltusianas no eran necesaria ni particularmente pobres, aun para los estándares de hoy”.
Las explicaciones tradicionales de la Revolución Industrial no corresponden a sus datos. Algunos historiadores económicos afirman que la Revolución Industrial fue el resultado de choques fuera del sistema económico. Típicamente, estos choques hubieran incluido sucesos como cambios en las instituciones políticas y el surgimiento de formas de gobierno democráticas. Pero, en sociedades como la inglesa, la mayoría de las instituciones necesarias para el crecimiento económico ya existía en 1200. Los incentivos para trabajar duro e invertir eran incluso mejores en ese tiempo que durante la edad moderna. Otros historiadores afirman que las sociedades preindustriales seguían atrapadas en un equilibrio estable y que algo movió a las economías preindustriales hacia un equilibrio dinámico. Durante años, los economistas han estudiado el período justo anterior a 1800 en busca del agente de ese cambio. ¿El carbón? ¿Las colonias? Tristemente, este enfoque no ha logrado encontrar datos convincentes en que apoyarse.
“Los grandes ingresos tienen un profundo efecto sobre los estilos de vida en el mundo desarrollado moderno. Pero la riqueza no ha traído consigo la felicidad. Es otro supuesto fundamental erróneo de la economía”.
Una de las preguntas más inquietantes sobre la Revolución Industrial es por qué ocurrió en Europa y no en China, Japón o India. La respuesta es que la Revolución Industrial en Europa fue un accidente de la historia, en gran parte como resultado de las costumbres sociales europeas. Por ejemplo, Inglaterra era una sociedad estable y lo había sido desde aproximadamente 1200. El crecimiento de la población empezó a disminuir alrededor de 1300. Las economías estables y las menores tasas de natalidad fueron necesarias para el crecimiento económico. Pero China y Japón tenían sociedades estables que ejemplificaban los valores de la clase media de ahorro, trabajo arduo, honestidad y educación, como la sociedad inglesa. China y Japón estaban por acelerar el crecimiento económico, pero carecían de un factor: una clase alta cada vez más fecunda y la consecuente distribución de valores (o hábitos) de la clase media hacia debajo de la jerarquía social. En Japón, durante la era Tokugawa, por ejemplo, los ricos tenían tan pocos hijos que éstos podían permanecer en trabajos apropiados a su “clase”. Era bueno para ellos, pero no para la economía.
La “gran divergencia”
Si hubiera estado usted en Alejandría, Bombay o Shangai en 1900 y mirado a su alrededor, hubiera visto ciudades bien integradas en la economía británica. Ahí, el costo de transportación, el acceso al capital, y las instituciones culturales y gubernamentales eran comparables a los de Gran Bretaña. Si hubiera tenido una bola de cristal, tal vez hubiera previsto un futuro prometedor tanto para aquellas ciudades como para otras en lo que ahora se conoce como el “mundo en desarrollo”. Pero eso no es lo que pasó. De hecho, pocos países se hicieron espectacularmente ricos mientras que muchos otros siguieron pobres o, como algunas naciones africanas, aún más pobres. El estándar de vida en Inglaterra ca. 1800 pudo bien haber sido dos y media veces mejor que en Malawi hoy. Esta gran diferencia entre países ricos y pobres es evidente en los salarios. Una hora de un trabajador en una tienda de ropa en India vale US 38 centavos; una hora de un trabajador en una tienda de ropa en EE.UU. vale US$9.
“Las personas en países contemporáneos tan pobres como aquellos antes de 1800, en promedio se diferencian poco en felicidad de aquellas en países muy ricos, como Estados Unidos”.
Puede encontrar parte de la respuesta a este enigma al ver datos de la industria textil algodonera. Son indicativos, en gran parte porque la manufactura de textiles de algodón proporcionó un buen experimento natural: apareció en los años iniciales de la Revolución Industrial tanto en los países ricos como en los pobres. Los trabajadores en Inglaterra y en India usaban las mismas máquinas y el mismo material. ¿El resultado? La producción en India era mucho menor que la de Inglaterra. Los trabajadores textiles de India en los albores de la Revolución Industrial cumplían con muy poco trabajo en comparación con los ingleses. (Incluso hoy, los trabajadores textiles de India trabajan por tan poco como 15 minutos la hora). El mismo patrón surge de los datos de siglo XIX en la industria ferrocarrilera en los países ricos y pobres. Los países pobres tenían la misma maquinaria – las mismas locomotoras y vías, pero la productividad era sorprendentemente baja y no había gran crecimiento económico. ¿Se debía a las malas instituciones gubernamentales o a la geografía? Tal vez ambas desempeñaron un papel, pero una respuesta más creíble es el medio social. Los rasgos culturales ingleses no se habían extendido a muchos países pobres. Los trabajadores ingleses simplemente eran más serios y disciplinados que los de India, y de ahí surgió la gran diferencia. Desafortunadamente, aún hay enormes diferencias. El mundo de hoy tiene gente más rica que nunca. También tiene seres humanos más pobres de lo que habían sido las personas en milenios.
“El hombre moderno podría no estar hecho para ser dichoso. Los envidiosos han heredado la tierra”.
La peor noticia es que la manufactura contemporánea requiere cada vez más seriedad y disciplina, ya que un error en la cadena de producción puede a menudo destruir por completo la producción de un día. Crucialmente, sin embargo, esto definitivamente no significa que el mundo pobre está “destinado” a seguirlo siendo. Las sociedades humanas se adaptan notablemente. Históricamente, el norte de Alemania dominaba económicamente al sur, pero ahora se ha invertido la situación. Poco después de la Primera Guerra Mundial, el norte de Inglaterra cambió lugares con el sur en términos de energía económica. E Irlanda, que fue desesperadamente pobre durante más de 200 años, recientemente se ha hecho tan rica como Inglaterra, que tradicional y económicamente era superior. Después de todo, ¿quién en la Inglaterra de, digamos, 300 d.C. hubiera predicho que una pequeña nación-isla ahí extendería su imperio por todo el mundo? Recuerde esos valores de la “clase media” que pudieron haber permitido que la Revolución Industrial ocurriera en China. Esas semillas han florecido recientemente. Ni siquiera unos 30 años de comunismo destruyeron las bases culturales para el crecimiento económico en China. Japón, aunque obviamente nunca fue comunista, se ha recuperado notablemente de su propia calamidad, la Segunda Guerra Mundial.
¿El triunfo de Occidente?
Un examen de historia económica parece mostrar una y otra vez el “triunfo” de Occidente desde principios del siglo XIX. Después de todo, en Occidente el ingreso se ha incrementado consistentemente, la mortalidad infantil ha disminuido, la gente vive ahora más y la desigualdad se ha reducido. Pero ese triunfo trae consigo un par de ironías desagradables. La primera es que la economía como ciencia llegó a su clímax alrededor de 1800 con los clásicos modelos maltusianos. A partir de entonces, el campo ha perdido su habilidad de predecir y describir por qué son ricos o pobres los países. En consecuencia, también ha perdido su habilidad para ofrecer soluciones contra la pobreza y otros males económicos. La segunda es que la riqueza sin paralelo de las naciones desarrolladas de hoy no compra la felicidad. En Japón, por ejemplo, el ingreso per cápita se ha incrementado casi siete veces desde 1958, mientras que la felicidad ha disminuido un poco. El hombre moderno, según parece, es el descendiente de quienes se esforzaban, nunca estaban contentos y prudentemente seguían tratando de mejorar su clase social. Los satisfechos están muertos, y parece que con ellos está enterrada la esperanza de la dicha humana.