La fuerza del fundamentalismo
Dos fechas significativas marcan el crecimiento del fundamentalismo islámico: el regreso del Ayatollah Khomeini a Irán en 1979 y el asesinato del presidente egipcio Anwar Sadat en 1981. A partir de entonces, el fundamentalismo islámico se ha convertido en una fuerza violenta, frecuente en muchos países musulmanes. En respuesta, muchos países occidentales, especialmente EE.UU., han priorizado la lucha contra el terrorismo y el fundamentalismo islámico. El terrorismo ha generado una mentalidad de guerra fría, y reducido el análisis de políticas a decisiones binarias, que preguntan si una acción promueve o deteriora la expansión del fundamentalismo. Esta visión, que domina las políticas de Estados Unidos, ignora los acontecimientos en las sociedades musulmanas que apuntan en una dirección distinta. Occidente parece no darse cuenta de que, aunque Irán tuviera capacidad nuclear, no sería una potencia regional. El producto interno bruto de Irán es más o menos igual al de Massachusetts, su presupuesto militar es menor que un tercio del de Arabia Saudita y está muy “aislado”. El programa nuclear iraní tiene dos metas, ambas con la intención de prevenir cualquier intento de cambio en el régimen actual. El primero es “mejorar la milicia”. El segundo, distraer a los países occidentales y a los activistas iraníes de los arraigados problemas económicos del país, ocasionados por su “corrupta e ineficiente” burocracia gubernamental.
“No somos justos con nosotros mismos si pensamos en nuestro futuro con el mundo musulmán sólo en términos de los conflictos actuales”.
La India y Pakistán siguieron rutas de desarrollo similares en los años 70, pero sólo la India se convirtió en potencia regional debido a su “tasa de crecimiento económico, su recién descubierta apertura a los mercados libres y su capacidad de integrarse en la economía global”. El fundamentalismo islámico solo no puede impulsar tal desarrollo económico nacional. Pero los mercados libres y una creciente clase media, especialmente en Irán, Pakistán, Turquía y Dubai, pueden vencer al fundamentalismo radical y ofrecer el estándar de vida más alto que buscan muchos musulmanes. Este proceso de “liberalización a través del capitalismo” une el consumismo y los mercados libres con las creencias tradicionales y un mejor estilo de vida. Occidente debería impulsar el potencial de la nueva clase media islámica y no dejar que domine el “quimérico poder del fundamentalismo”.
“La mezcla distintiva de valores islámicos y vitalidad económica es un desarrollo crucial en el mundo musulmán que debería determinar nuestro enfoque para sostener mejores relaciones con la región”.
A medida que más musulmanes inviertan de acuerdo con la ley “Shariah”, cambiarán la industria financiera global. Las monarquías del Golfo Pérsico, incluyendo Arabia Saudita, Omán, Qatar, Kuwait y los Emiratos Árabes Unidos (EAU), registraron más de US$1.5 billones en exportaciones de petróleo y gas del 2001 al 2007. Esto podría llegar a US$9 billones para el 2020. Otras predicciones dicen que las instituciones financieras islámicas pronto tendrán más de US$1 billón en activos y el PIB está en ascenso en los países musulmanes. La tasa anual de incremento en el 2007 fue de 6.1% en Indonesia, Malasia y el Golfo Pérsico. Aunque un poco menor en Egipto, Pakistán y Turquía, aún excedió el crecimiento del 2.2% en EE.UU. y Europa ese año. Los musulmanes participan en la economía global y adoptan la modernidad, sin dejar de practicar sus tradiciones religiosas. Esas tendencias indican que la clase media seguirá creciendo.
La historia de Dubai
Dubai es uno de los siete miembros de los EAU. Su PIB se expandió 267% entre 1995 y el 2008. En el 2007, incluso en la cúspide de la recesión, Dubai tenía una tasa de crecimiento del 11%. Tuvo la más desenfrenada expansión en construcción de la región, cuando disminuían las exportaciones de petróleo. También expandió sus industrias de servicio, que aportan más del 80% de su PIB. Este crucial punto de concentración comercial combina los estilos de vida musulmanes con el capitalismo. Invirtió miles de millones en Citigroup y Barclays Bank y es propietario del 20% del Nasdaq. Dubai usa asociaciones de inversión público-privadas para crear conglomerados financiados por el gobierno, basados en el capitalismo y no en negocios nacionalizados. Esta estructura es radicalmente distinta a las de Egipto, Siria, Irán y otros países musulmanes que propician la propiedad estatal, altos impuestos y estricta regulación, incluyendo restricciones a inversionistas extranjeros. Dubai, que admite empresas extranjeras, ha prosperado mediante la agilización de su burocracia y la reducción de sus regulaciones.
Reexamen del fundamentalismo
Los occidentales cometen un error al no distinguir entre las distintas formas de fundamentalismo islámico. Los fundamentalistas creen que los musulmanes deben vivir en estados islámicos para poder alcanzar sus más altas metas espirituales, incluyendo la devoción y la entrada al cielo. Coinciden en que la ley Shariah debe regir en un Estado islámico, pero no concuerdan sobre cómo implementarla o cómo debe operar un Estado islámico. La modernidad, el racionalismo y el fundamentalismo no son necesariamente excluyentes. Por ejemplo, ninguno de los piratas aéreos del 11 de septiembre tenía una educación islámica tradicional; algunos eran estudiantes de ciencia e ingeniería que habían vivido en Occidente. Después del 11 de septiembre, algunos clérigos, como el líder iraquí Shia Ayatollah Sayyid Ali al-Sistani, promovieron el activismo social y restaron importancia a la violencia. Los comerciantes en Irak y Argelia respaldaron a líderes menos radicales para promover la estabilidad social y un ambiente de negocios seguro.
“La economía tiene que ver más con determinar el orden jerárquico en Medio Oriente de lo que nos haría creer el miasmático tumulto de feudos, guerras y amenazas en la región”.
Los occidentales que no distinguen entre los grupos fundamentalistas pierden mucha apertura política. Los países occidentales han apoyado gobiernos seculares ineptos o corruptos. Cuando esos gobiernos fracasan, los clérigos o grupos fundamentalistas toman su lugar. Por ejemplo, cuando ocurrió el terremoto en el Cairo en 1992, el gobierno burocrático egipcio fue ineficaz en la dirección de los esfuerzos de rescate, por lo que la Hermandad Musulmana se hizo cargo. Historias como ésta surgieron en Turquía en 1999 y en Pakistán en el 2005. La pobreza y el fundamentalismo no están necesariamente relacionados. Una encuesta Gallup en países musulmanes descubrió que muchos fundamentalistas reciben más educación, tienen mejores salarios y cargos con más responsabilidades que los “autonombrados moderados”. Las masas musulmanas y la clase media se preocupan más por tener un gobierno receptivo y servicios sociales que por el fundamentalismo radical o jihad. En el 2008, los fundamentalistas pakistaníes obtuvieron sólo el 2% de los votos. El partido AKP de Turquía ganó muchos votos después de abogar por un gobierno honesto y receptivo que elevó el liderazgo por encima de la religión. Dada la opción, los votantes musulmanes eligen candidatos musulmanes que apoyen “empleos, servicios públicos y crecimiento económico”.
El Islam y el pluralismo
Después de la Primera Guerra Mundial, Reza Shah Pahlavi y Mustafa Kemal Ataturk intentaron convertir a Irán y a Turquía, respectivamente, en Estados seculares al estilo europeo. Ambos esfuerzos fracasaron con el tiempo, debido a errores políticos, corrupción, patrocinios, represión, mala administración y el lento surgimiento de la oposición de la clase media. Más tarde, la “clase media secular” de la región evitó, en su mayoría, alinearse con las “fuerzas islámicas”. En última instancia, la Revolución Islámica no se extendió mucho y los “Estados seculares sobrevivieron”.
“En el mundo musulmán de hoy, hay muy poca reforma que liberaliza”.
Hoy en día, la clase media musulmana es más pluralista, como se ve en sus constantes conversaciones sobre derechos de las mujeres, economía, democracia y nuevas interpretaciones de las enseñanzas islámicas. Estas conversaciones suceden en películas, blogs, libros, programas de TV e incluso en sermones de una nueva generación de “televangelistas” musulmanes. La llegada de estas nuevas fuentes de instrucción religiosa fuera de las tradicionales mezquitas es un avance importante, especialmente en materia de la emisión de fatwas – decretos clericales con el peso de interpretaciones religiosas legales. Hoy, los clérigos expertos en medios emiten reglas religiosas a través de sitios Web o llamadas telefónicas e interpretan las leyes islámicas de manera que sean más receptivas a las exigencias actuales. Esta modernización no es lo mismo que una reforma religiosa. De hecho, el ascenso de la clase media ha fomentado una necesidad de tradicionalismo como ancla en tiempos de cambio. Las potencias mundiales deberían alentar al Islam a someterse a una transformación como la que ayudó a modernizar al catolicismo en los año 90. Esto sucede a medida que los clérigos modernos animan a la gente a leer el Corán y a formarse su propia opinión. Las mujeres son fundamentales en esta reforma. La gente joven ha adoptado Internet, y actividades recreativas y música occidentales, pero eso no indica un creciente movimiento liberal en el Islam. Más del 50% de los 300 millones de habitantes de Medio Oriente es menor de 25 años. La juventud moderna tiende a ser “devota”, aunque se rebelen en contra del “yugo de las reglas clericales”; millones de jóvenes se unen a grupos fundamentalistas, antidemocráticos y paramilitares.
La casa de los espejos de Pakistán
Durante 60 años, la política de EE.UU. en Medio Oriente ha apoyado regímenes autoritarios. Esto ha producido países corruptos gobernados por fuerzas militares que han fomentado conflictos sectarios y étnicos. En junio del 2005, la entonces Secretaria de Estado Condoleezza Rice dijo que la política exterior de Estados Unidos estaba cambiando; que promovería gobiernos prodemocráticos y repudiaría las dictaduras seculares. Sin embargo, EE.UU. siguió apoyando al dictador paquistaní Pervez Musharraf, quien prometió luchar contra el talibán de Afganistán. Musharraf liberalizó los medios y promovió la banca a medida que crecieron los egresos de los consumidores. Aprobó las políticas de Ataturk, incluyendo la priorización de la sociedad secular por encima del Islam tradicional. Consolidó su poder militar y político, y presionó a favor del control judicial y la reforma electoral. Pero en el 2008, dimitió ante la rebelión y los disturbios. Históricamente, cuando una fuerza militar toma el poder en una sociedad postcolonial, desprecia la democracia y los derechos humanos. Pakistán no fue la excepción. Después de la partida de Musharraf, surgió la milicia para restaurar el orden, y encendió un ciclo de manipulación y corrupción, orientado a controlar a un débil régimen civil temporal, incluso cuando la gente exigía elecciones.
“Es muy pronto para concluir que en todos los partidos fundamentalistas se dará una moderada y feliz coexistencia con la democracia”.
La rivalidad de Pakistán con India es una de las principales razones de su espiral política cuesta abajo. Pakistán se ha opuesto a India desde su traumática división en 1947. Esta enorme agitación social separó a los musulmanes de los hindúes, y creó en Pakistán un Estado musulmán políglota que incluye “bengalíes, punjabis, pashtuns, sindhis y baluchis”. Pakistán siempre fue difícil de gobernar, pero sus grupos étnicos estaban de acuerdo en la necesidad de confrontar a India y de controlar el disputado Kashmir. En 1994, para evitar que los pashtuns afganos reclamaran territorio fronterizo, y para contrarrestar la influencia india, Pakistán empezó a apoyar a un grupo separado, pashtun en su mayoría: el talibán “puritano”, que se fortaleció con el apoyo de los pobres. Pakistán dejó que el talibán creara bases en el noroeste montañoso para que pudiera establecer una república en el norte de Afganistán. El talibán ganó poder y apoyó a Pakistán.
“La gran transformación en Medio Oriente apenas empieza, pero ... todas las grandes transformaciones empiezan siendo pequeñas y están impulsadas por tendencias que casi no se notan sino hasta que alcanzan una fuerza mayor”.
Hasta el 2004, Pakistán sustentó al grupo de jihad al-Qaeda en su frontera. Al-Qaeda obtuvo mayor control, y más tarde instigó a una crisis en Pakistán en el 2007 cuando miles de guerrilleros atacaron objetivos en Islamabad. La “economía empezó a desintegrarse”. Pakistán ganó US$267 millones del turismo en el 2007 y casi nada en el 2008.
La lucha en Turquía
Turquía ahora logra mantener el equilibrio entre el modelo secular nacional de Kemalism y Adalet ve Kalkinma Partisi (el partido de justicia y desarrollo, llamado AKP), de tendencia fundamentalista. Las tensiones pueden aumentar, pero Turquía no se convertirá en otro Irán, pues ha adoptado reformas económicas del mercado y tiene una clase media empresarial. Para la planeada admisión de Turquía a la Unión Europea son necesarias las elecciones, la reducción del ejército y mejoras en sus prácticas de derechos humanos. Turquía sigue siendo un Estado musulmán donde los practicantes quieren desarrollo económico, pluralismo político, globalización y políticas económicas liberales. Bajo el Primer Ministro Turgut Ozal, Turquía promovió las exportaciones, legalizó la banca islámica, eliminó tarifas protectoras y ejerció presión para una economía de mercado. Para el 2000, el AKP ya era el partido gobernante de Turquía. Del 2002 al 2007, el PIB se triplicó y las exportaciones se dispararon de US$30 mil millones a US$125 mil millones. Los votantes turcos aceptaron al AKP porque promueve mensajes proeuropeos, procapitalistas y prodemocráticos. Turquía afronta retos, pero está en camino de convertirse en una gran democracia capitalista musulmana. Occidente debería fomentar su crecimiento.