Cómo crece una economía y por qué se colapsa

Libro Cómo crece una economía y por qué se colapsa

Wiley,
También disponible en: Inglés


Reseña

Recomendaciones

Hable de economía unos minutos y vea cómo se les nublan los ojos a los oyentes. Pero cuénteles una historia que les llame la atención y los haga sonreír – y puede enseñarles lo que quiera. Ésa es la táctica que el controvertido libertario Irwin Schiff solía enseñar a sus hijos – los corredores de bolsa Peter y Andrew Schiff. Los hermanos Schiff han actualizado ingeniosamente la “historia del pescado” de su papá, publicada por primera vez en 1979, para mostrar cómo décadas de errores políticos y económicos llevaron a la crisis financiera. Con caricaturas y caracterizaciones ingeniosas, y deliberadamente imprecisas, su libro de dibujos presenta una fábula sobre las formas en las que la política y la fragilidad humana pueden llevar a la gente a violar las leyes de oferta y demanda – y a crear sospechosos problemas fiscales. Las “verificaciones de realidad” que añaden relacionan las ideas de la historia con sucesos actuales para explicar las metáforas del cuento a lectores de todos los niveles de sofisticación financiera, aunque algunos podrían discrepar de los puntos de vista libertarios de los autores. BooksInShort recomienda esta magnífica fábula a todo aquel que busque una presentación sencilla de un tema complicado.

Ideas fundamentales

  • Las verdades económicas son iguales en las naciones poderosas que en las islas aisladas.
  • Este cuento es una alegoría económica sobre tres isleños: Able, Baker y Charlie.
  • Para mejorar su vida, Able arriesga sus ganancias y su esfuerzo por atrapar más peces. Con su ejemplo, Baker y Charlie pronto prosperan también.
  • A medida que los isleños producen con eficacia para hacerse más ricos con la pesca, y que sus ahorros generan oportunidades para otros, aprenden algunas lecciones fiscales del mundo real:
  • Una economía en crecimiento impulsa los gastos, pero incrementar gastos no genera una economía.
  • Los gobiernos pueden manipular las leyes de oferta y demanda debido a razones de política.
  • Los bancos nacionales pueden bajar las tasas de interés para estimular préstamos y gastos.
  • Una mayor productividad resulta naturalmente en deflación, pero los políticos prefieren la inflación porque genera una ilusión de crecimiento.
  • Cuando las divisas no están respaldadas por algo de valor, como el oro, los formuladores de políticas pueden imprimir dinero a petición y ocasionar la inflación.
  • Las deudas nacionales se han disparado; los remedios usuales de incrementar impuestos y disminuir gastos podrían no ser políticamente realistas.
 

Resumen

“El cuento de los pescados”

Los economistas no han logrado una hazaña tan monumental como las de los científicos en otros campos. Si los ingenieros aeronáuticos pueden enviar cohetes a Saturno, por ejemplo, ¿por qué no pueden los economistas predecir y prevenir fracasos financieros? La “ciencia funesta” se vuelve incluso más sombría cuando los economistas recomiendan el gasto como solución a los males económicos actuales, acumulando así más deuda para consumidores y naciones. ¿Quién tiene la culpa? Primero, John Maynard Keynes, quien en la década de 1920 abogó por el gasto y la regulación gubernamental como medida necesaria para proteger empleos. Ni tardos ni perezosos, los gobiernos adoptaron la visión keynesiana, que prometía empleos y beneficios sociales sin incrementar impuestos ni recortar gastos. Los bancos se beneficiaron de los programas e incentivos gubernamentales para promover préstamos, y las universidades contrataron expertos en políticas keynesianas para impartir clases a generaciones de formuladores de políticas. El resultado: El acceso fácil a créditos y endeudamiento en masa – de individuos, negocios y naciones – embrolló al mundo en un gran problema. Gastar en programas de estímulo, reembolsos fiscales y rescates no logrará aminorar el aprieto.

“Compartir la riqueza”

El libertario Irwin Schiff tenía una respuesta diferente. Conocido, sobre todo, por las protestas y demandas que entablaba contra el impuesto sobre la renta en EE.UU. (y por su oposición a las regulaciones de impuestos, que lo llevó a prisión), Schiff postuló ideas tan libertarias como “moneda sólida, gobierno limitado, impuestos bajos y responsabilidad personal”. A fines de los años 60, declaró ante el Congreso que desvincular al dólar del oro resultaría en “una enorme inflación y una insostenible deuda del gobierno”. En uno de sus libros, The Biggest Con: How the Government Is Fleecing You, creó una parábola sobre tres pescadores para explicar los conceptos básicos de la economía. // // Tres hombres viven solos en una isla sin diversiones, sin herramientas y sólo un alimento: pescado. Para sobrevivir, Able, Baker y Charlie deben pescar con las manos, lo que resulta muy difícil. Cada uno come sólo un pescado al día porque es todo lo que pesca. “Esta sociedad tan sencilla ¡no tiene ahorros! ¡No tiene crédito! ¡No hay inversión!” Able sueña con una vida mejor, y decide no pescar ni comer un día para inventar un aparato que facilite la pesca. Lo llama “red” y pronto atrapa dos peces al día. Temporalmente consumió menos y arriesgó su tiempo para crear capital (la red) y ahorros (un pescado extra). Su productividad significa que Baker y Charlie pueden pedirle prestado un pescado extra para su sustento mientras hacen sus redes. Atrapan más peces y le pagan a Able; la economía de la isla se expande. La oferta crece, así que la demanda crece – ahora los hombres comen dos pescados al día. La mayoría de los economistas cree que la gente consumirá más si se le da más dinero. No es cierto. Para motivar la demanda, es mejor incrementar la oferta de bienes.

“A lo largo de la historia, los gobiernos se han metido en problemas por gastar más de lo que tienen. Cuando las brechas son muy grandes, surgen opciones difíciles”.

La vida en la isla procede de maravilla. Able, Baker y Charlie ahora pueden pasar menos tiempo en la pesca de subsistencia, y guardar el exceso de pescado para un día lluvioso. Baker pronto se da cuenta de que una “mega atrapa-peces” que pudiera pescar 20 peces al día elevaría la productividad exponencialmente. Los hombres juntan los pescados guardados para tener qué comer mientras construyen el atrapa-peces comercial. Pronto se hacen de muchos pescados y tienen libertad para dedicarse a otras cosas: Able inicia una compañía de ropa de hojas de palma; Baker diseña canoas, y Charlie construye tablas de surf. Ahorrar para emergencias inesperadas, como el molesto monzón, los mantiene a salvo de tener que empezar otra vez desde cero.

“La prosperidad ama la compañía”

Able creó el primer artículo capital de la isla, su red, y luego prestó el pescado excedente a los otros. Su sacrificio mejora la vida de los tres hombres. Las noticias de su prosperidad pronto llegan a otras islas, cuyos habitantes van en canoas para compartir la buena vida. Ahora que tienen tiempo para divertirse, Able, Baker y Charlie contratan a los inmigrantes para cocinar el pescado y construir cabañas. Esta diversificación añade una economía de servicio a la isla. El trueque pronto da lugar a un método acordado de intercambio: el pescado. Como todos saben lo que vale un pescado, los isleños pueden usarlo para poner precio a productos y servicios. La especialización lleva a algunos isleños a construir canoas. Su mayor productividad ocasiona que el precio de las canoas baje suficiente para que todos puedan comprar una. Los precios bajos hacen que la gente ahorre más pescado. Es claro que la deflación, no la inflación, hace crecer a la economía, pero, en general, los políticos prefieren la inflación porque crea una ilusión de que hay una economía activa que genera oportunidades para todos. Entre más dinero haya en circulación, más pueden gastar los gobiernos en programas para obtener votos.

“De las ganancias en la productividad fluyen todos los demás beneficios económicos”.

Los isleños ahorran tanto pescado que necesitan donde almacenarlo. Max Goodbank ve una oportunidad: Si pudiera a la vez almacenar y prestar pescado, y dejar capital disponible para quienes necesiten construir cabañas o canoas, podría beneficiarse del trueque. Cuando su almacén de depósito está lleno, Max cobra tasas de interés más bajas por los préstamos, pero cuando necesita más pescado, sube las tasas para atraer depósitos. Max es prudente, y no otorgará préstamos a empresas de alto riesgo, como una aerolínea con resorteras, que desafortunadamente nunca despegan. Ahí entra Manny Fund: paga tasas mayores por los depósitos de pescado para financiar negocios riesgosos. Entre Max y Manny, el mercado de ahorros y préstamos fija sus propias tasas de interés. En realidad, son organismos como el Banco de la Reserva Federal de EE.UU. quienes fijan las tasas. Pueden mantener las tasas bajas por razones políticas o estratégicas, para mantener a la economía artificialmente. Las tasas bajas ocasionan más préstamos y menos ahorros. EE.UU. tiene una de las tasas de ahorro más bajas del mundo.

“La definición más sencilla de la ‘economía’ es el esfuerzo por maximizar la disponibilidad de recursos limitados (y casi todos los recursos son limitados) para satisfacer tantas exigencias humanas como sea posible”.

A medida que la isla prospera, los habitantes ven la necesidad de una autoridad central que pueda mediar las disputas, proteger a la ciudadanía y mantener la infraestructura de la isla. Fundan la “República de Usonia”, cuya constitución coloca toda la autoridad en manos de las personas. Los residentes aceptan pagar al nuevo gobierno un impuesto de pescado y, aunque saben que el pescado que se paga en impuestos no está disponible para ahorros o inversiones, están dispuestos a sacrificarse por los beneficios que el gobierno brindará.

La mano visible del gobierno

Las generaciones prosperan una tras otra. Ya que la isla necesita ahora sólo poca gente para pescar y alimentar a todos, los usonianos tienen tiempo de invertir y crear negocios. Pero una tormenta devastadora causa estragos en la isla. Franky Deep, que se postula como senador en jefe contra el Grupo de Mero Cleveland, promete gastar para crear empleos que reconstruyan la isla. Emite papel moneda (“billetes de reserva de pescado”) respaldado por pescado. Pero la reconstrucción pronto cuesta más pescados de los que la isla tiene ahorrados. Para solucionar el problema, crea un “Departamento de Pesca” y retirar la industria de las manos privadas. Para que los usonianos no entren en pánico ni retiren sus depósitos de pescado, funda la “Corporación de Seguros de Depósitos de Pescado” (FDIC, por sus siglas en inglés) bajo Ally Greenfin.

“La imposición de una capa del gobierno entre ahorradores y prestatarios separa la causa y el efecto de prestar y lleva a una asignación ineficiente de los ahorros”.

El gobierno sigue emitiendo papel moneda. Ya que no tiene motivos de lucro, el Departamento de Pesca se vuelve laxo e ineficiente, y los peces que atrapa son cada vez más pequeños y los usonianos deben comer dos pescados al día, no sólo uno, para sobrevivir. Greenfin explica la inflación de los precios del pescado al público y sostiene que una alta tasa de empleo, junto a una economía en auge, crea una mayor demanda de pescado que, a su vez, eleva los precios; después de todo, ¿no comen todos el doble de pescado que antes? A medida que crece la inflación, los ahorros se rezagan y los negocios padecen. La gente pierde el empleo. Los inversionistas arriesgan su dinero con Manny Fund para ganar más. A medida que empeora la economía, el gobierno fija un control de precios y empleos, que es aún peor para los negocios. Ben Barnacle, el nuevo director del banco, recomienda gastar más billetes de la reserva de pescado para que la gente vuelva a comprar. Con suerte, una nueva isla, Sinopia, querrá comprar los billetes de Usonia con los peces que atrapen los sinopianos. Esta nueva oferta de pescado mantiene bajas las tasas de interés y permite a los usonianos pedir préstamos baratos y gastar más. Subcontratan más manufactura de los sinopianos y crean más industrias del “sector servicios”. La gente de Usonia se vuelve consumidora en vez de productora.

“Se cierra la ventana del pescado”

Otras islas ven lo que pasa y exigen el pescado que respalda sus billetes de la reserva de pescado. Slippery Dickinson, el nuevo líder de Usonia, rompe el “estándar de pescado” y el valor de la moneda cae, ya que ya no está vinculado al valor del pescado. Pero Usonia es tan poderosa que todas las otras islas siguen comprando y guardando billetes de la reserva de pescado sólo con base en el peso político y financiero de Usonia. Mientras tanto, los banqueros ven una nueva oportunidad para hacer más dinero. Con la ayuda de dos agencias gubernamentales, Finnie Mae y Fishy Mac, empiezan a prestar dinero con mayor libertad a los compradores de cabañas. Pronto todos los que quieren una cabaña tienen dinero para comprarla. La construcción, venta y decoración de cabañas se elevan. El senado contribuye al auge con préstamos hipotecarios deducibles de impuestos y un mínimo impuesto sobre las ganancias de las ventas de cabañas. Entre más pescados sinopianos entran en la economía, hay más créditos disponibles y menores tasas de interés para los usonianos.

“Si los consumidores no gastan, la mejor forma de estimular la demanda es dejar que los precios bajen a niveles más asequibles. Sam Walton ganó miles de millones [de dólares] con este sencillo concepto”.

Los préstamos de Manny Fund permiten refinanciar las cabañas y guardar el capital acumulado por los altos precios de las mismas. Las cabañas se vuelven más lujosas. Pronto la gente quiere más de una, y compra cabañas vacacionales y para especulación. Los precios siguen subiendo, pero los políticos y los banqueros descartan la posibilidad de un “exceso de cabañas”. Quieren que la gente siga creyendo que tiene dinero. Nadie sabe cuándo terminará esto, pero al fin termina. Las cabañas ya no se venden. Sin compradores, los precios se caen en picada. Las industrias relacionadas con las cabañas quiebran y despiden a los empleados. Incluso los negocios que no están en esa industria padecen: por ejemplo, los dueños de cabañas habían gastado sus ganancias de la pesca en carretas más grandes que necesitan más burros que las jalen. Como los burros son importados, las compañías de las carretas que “consumen mucho pasto” están en peligro de irse a la quiebra. El senador en jefe George W. Bass escucha a su contador de pescados principal, Hank Plankton, y saca más billetes de reserva de pescado, para que la gente vuelva a gastar y así se salve la economía. Pero los usonianos, asustados por el crac, guardan su dinero. Pronto, un nuevo líder, Barry Ocuda, crea incentivos de impuestos para los compradores de cabañas, empieza un programa para reemplazar a los burros con llamas, que tienen un consumo más eficiente de energía, y autoriza el programa “Carpa para las carretas”. Incrementar el flujo de bienes estimula el gasto, pero esos gastos no expanden la economía.

“¿Alguien aquí recuerda cómo hacer una red? Creo que es hora de que todos vayamos de pesca”.

Los sinopianos finalmente se dan cuenta de que están comprando una divisa que sólo está respaldada por las buenas intenciones de Usonia. También ven que, si desvían el pescado a su economía doméstica, podrían construir negocios, infraestructura y una economía tan efervescente como la de Usonia. Dejan de comprar billetes de reserva de pescado. Los usonianos pronto sienten la carencia de pescado sinopiano, porque su dinero ahora vale menos. Los precios caen en picada y hay hiperinflación. Los sinopianos huelen una ganga (no el pescado) y empiezan a comprar todos los activos de Usonia, físicos y financieros. Los usonianos se quedan sin ahorros, sin infraestructura y sin dinero. “La riqueza era sólo un espejismo”.

“Cuando todo estalla”

Los gobiernos de todo el mundo han separado sus divisas de sus activos reales e imprimen el camino al desastre. Más de la mitad de la deuda de EE.UU. es a otros países. Con déficits que se acercan a cifras inauditas, las únicas opciones que quedan son aumentar impuestos, recortar gastos o declararse en incumplimiento de la deuda. Pero los incrementos de impuestos deprimen la productividad y el crecimiento, y el recorte de gastos afecta los servicios públicos que quieren los electores. Declarase en incumplimiento, especialmente ante los acreedores extranjeros, podría ser el único recurso políticamente conveniente para salir del problema. El gasto desenfrenado puede llevar a EE.UU. – y a otros países – a una hiperinflación, que siempre ha arrasado con las economías. Los políticos francos y los electores racionales deben aceptar la cruda realidad del futuro, o pronto “estaremos todos pescando sin red”.

Sobre los autores

Peter D. Schiff es el autor de los “best sellers” Crash Proof 2.0 y The Little Book of Bull Moves in Bear Markets. Es presidente de Euro Pacific Capital, una corredora de bolsa, donde Andrew J. Schiff, experto en medios de comunicación financiera, es agente y director de comunicaciones.