El mayor delito financiero de la historia
En diciembre del 2008, cuando Harry Markopolos se preparaba para llevar a sus hijos a casa después de la clase de karate, vio que tenía varios mensajes de voz en su celular. Todas las llamadas tenían la misma asombrosa noticia: Habían arrestado al legendario Bernard Madoff de Wall Street, ex presidente de Nasdaq, por manejar un fondo de inversión falso. Su esquema de Ponzi se había colapsado tras el pánico financiero global. El arresto vindicaba el esfuerzo de años de Markopolos por acabar con el ardid financiero de Madoff y evitar que los inversionistas le entregaran más dinero. Para cuando terminó de cometer delitos, Madoff ya había atraído a inversionistas de todo el mundo, desde grandes instituciones financieras y organizaciones de beneficencia, hasta familias de las comunidades judías de Nueva York y Florida, y descendientes de la nobleza europea. Sus inversionistas reaccionaron al desplome económico del 2008 con la prisa de rescatar sus inversiones con Madoff y, en poco tiempo, se vació el pseudofondo. Al final, robó aproximadamente US$65 mil millones de los inversionistas – el fraude financiero más grande de la historia.
“El mensaje sutil – pero no expresado – de Madoff, era que tenía acceso a la información del flujo de operaciones porque los clientes compraban y vendían a través de su correduría de bolsa”.
La falta de respuesta de la Comisión de Bolsa y Valores (SEC, por sus siglas en inglés) y su desdeñoso trato a Markopolos fueron tan asombrosos como la amplitud del fraude. Markopolos entregó cinco veces a la SEC evidencia por escrito de los delitos de Madoff y prácticamente no recibió respuesta. Muchos profesionales de la industria de inversiones dudaban de la veracidad de la evidencia contra Madoff, el amistoso filántropo de refinados modales. Pero no consiguió engañar a Markopolos ni a sus investigadores, que estaban decididos a generar y difundir prueba de que Madoff era un delincuente financiero sin precedente.
El don de descubrir fraudes
Desde temprana edad, Markopolos demostró talento para resolver problemas matemáticos y un don para detectar fraudes. Una vez trabajó como asistente del contralor del grupo de 12 restaurantes de pescado y papas fritas de su familia. Identificó a un empleado que robaba comida en un restaurant, al analizar detalladamente cambios en el inventario en los 12 lugares. En vez de despedirlo, Markopolos redujo las horas laborales del empleado hasta que renunció. Esta táctica produjo una continua reducción de pérdidas y evitó que el empleado solicitara compensación por desempleo a expensas de la familia. Para principios de los años 90, Markopolos ya tenía una trayectoria profesional en la industria bursátil. Después de trabajar en otras empresas de inversiones, se integró a Rampart Investment Management en Boston. En Rampart empezó su larga investigación sobre Madoff y su desalentadora lucha para convencer a la SEC que el venerable líder de Wall Street no era lo que aparentaba.
“Bernie Madoff ... no tenía que ser un genio; sólo tenía que ser más inteligente que la SEC”.
Todos conocían a Madoff como un veterano de la industria financiera, con un respetable negocio como agente bursátil. No todos sabían que, aparte, Madoff manejaba lo que él llamaba un fondo de cobertura. Decía a sus víctimas que hacía transacciones automatizadas de valores mediante un programa de computación de “caja negra”, basado en sus años de experiencia. En teoría, cambiaba la composición del fondo con regularidad; hacía movimientos continuos entre la seguridad de bonos de la Tesorería y las inversiones de cobertura en acciones. En realidad, Madoff sencillamente acumulaba efectivo, nunca invertía en acciones y distribuía los rendimientos de sus falsas inversiones al mover el dinero de los nuevos inversionistas a los inversionistas existentes. Markopolos no sospechó de fraude en 1999, cuando por primera vez supo de Madoff y su fondo de cobertura. Inicialmente vio a Madoff como un competidor a quien imitar, no como un delincuente a quien capturar.
La infructuosa imitación lleva a la investigación
Cuando estaba en Rampart, Markopolos reunió parte del equipo principal de profesionales que más tarde trabajó con él para investigar a Madoff. El analista cuantitativo Neil Chelo, que había llegado a Rampart como becario sin sueldo cuando aún estaba en la universidad, fue más tarde miembro permanente del personal. Como Markopolos, Chelo tenía un don para entender matemáticas complejas. El equipo también trabajó con el abogado de Markopolos, el Dr. Gaytri Kachroo.
“Madoff prácticamente hacía que sus inversionistas juraran confidencialidad. Los amenazaba con devolverles su dinero si hablaban de él”.
Frank Casey, agente bursátil de Rampart, también se unió al equipo de investigación, y fue el primero en decirle a Markopolos sobre el fondo de cobertura de Madoff. Casey alentó a Markopolos a diseñar un producto de inversión de cobertura que pudiera producir rendimientos sólidos de manera consistente y competir con la oferta de Madoff. El intento fue sumamente revelador. Entre más analizaba Markopolos los rendimientos de las inversiones de Madoff, más dudaba de ellos. Madoff ganaba dinero en cualquier entorno de inversión imaginable, independientemente de que los precios de las acciones, bonos y otros valores aumentaran, disminuyeran o se estancaran. Su historial sugería que Madoff tenía una sincronización perfecta con el mercado o la capacidad de entrar y salir de los mercados en los momentos más redituables. Markopolos lo descartó; resultaba imposible en la práctica. Markopolos dio otra señal de alerta: Las empresas más destacadas de Wall Street evidenciaban falta de confianza en el fondo de Madoff. Instituciones tan importantes como Goldman Sachs, Citigroup y Morgan Stanley no invertían con Madoff. Un gerente de Goldman dijo a Markopolos que “no creían que los rendimientos de Madoff fueran legítimos”.
“Probablemente lo que más me sorprendió era ver cuánta gente sabía que Madoff era un estafador”.
Los ejecutivos y clientes de Rampart rogaban a Markopolos que siguiera tratando de diseñar un producto de inversión sólido que compitiera con el de Madoff. Un cliente francés, Thierry de la Villehuchet, manejaba una gran empresa de inversiones para gente adinerada. Debido a que había invertido mucho en el fondo de Madoff, quería un producto alternativo para diversificar el riesgo de sus clientes.
“Cuando se entregó en el 2008, se calculó que manejaba US$65 mil millones. Haga usted el tremendo cálculo”.
Markopolos trabajo muy de cerca con Chelo y Casey para averiguar exactamente cómo hacía Madoff lo que decía. Ya que trataban de mejorar la calidad y variedad de los productos de inversión de Rampart, encontrar la manera de competir con Madoff era parte de su trabajo. Pero no pudieron hacerlo. A medida que el escuadrón de Rampart intensificó su investigación sobre Madoff, Markopolos decidió informar acerca de sus hallazgos a la Comisión de Bolsa y Valores. Presentó evidencia escrita por primera vez en el 2000. Dijo a la oficina de Boston de la SEC que Madoff operaba con un esquema de Ponzi. La Comisión no hizo nada. En el 2001, Markopolos volvió a presentar evidencia a la SEC de Boston sobre las atrocidades de Madoff. Esta vez también envió la información a la oficina de la SEC en Nueva York, pero una vez más, ésta no actuó.
Madoff y el escrutinio de los medios
La inacción de la SEC frustró a Markopolos. Intentó pensar en maneras alternativas para impedir que Madoff sacara más dinero a los inversionistas. Pensó en compartir evidencia condenatoria con los medios noticiosos, pero decidió que dar publicidad a Madoff podría solidificar el esquema de Ponzi. En el 2001, en una conferencia en España, Casey conoció al periodista financiero Michael Ocrant, editor en jefe de MARHedge , una revista mensual de la industria de fondos de cobertura. Ocrant había escrito un artículo premiado en 1994 que explicaba cómo un agente bursátil corrupto ayudó a Hillary Clinton a ganar US$100.000 en un año con una inversión de US$1.000 en contratos de futuros de ganado. Ocrant, quien más tarde se unió al equipo de investigación de Markopolos, preguntó a sus fuentes de la industria de fondos de cobertura sobre Madoff. Entre otra información, se enteró de que el fondo de Madoff era sorprendentemente grande, tal vez uno de los mayores del mundo. Madoff atraía tanto dinero porque su fondo casi nunca reportaba pérdidas. Muchos de sus mejores clientes manejaban los llamados fondos de alimentación o fondos subordinados. Madoff pagaba cuotas a cientos de fondos por traer nuevos inversionistas y montos crecientes que necesitaba para sostener su esquema de Ponzi.
“Todos merecemos transparencia total cuando se trata de inversiones, y es tarea del gobierno proporcionarla”.
Un día, Ocrant llamó a Madoff directamente y, para su sorpresa, Madoff se puso rápidamente al teléfono. Cuando solicitó una entrevista, Madoff lo invitó a su oficina ese mismo día. En vez de actuar como delincuente que quiere ocultar algo, Madoff estuvo tranquilo y cordial. No evadió ninguna pregunta. Dio respuestas verosímiles a todas las preguntas sobre su fondo de cobertura. Cuando se le pidieron más detalles sobre el programa de cómputo de “caja negra” que manejaba sus inversiones, Madoff dijo que los detalles eran propietarios y que hacerlos públicos daría una ventaja a la competencia. El artículo de Ocrant sobre Madoff apareció en la edición del 1ro de mayo del 2001 de MARHedge. En el mismo mes, se publicó un artículo similar en Barron’s, un importante semanario financiero. Aunque ninguna de esas historias acusó a Madoff de fraude, sí presentaban evidencia sólida de un posible esquema de Ponzi y otros delitos. Markopolos pensó que los artículos alentarían a los reguladores a actuar. Se equivocó. La respuesta del público fue insignificante. Markopolos dijo que la evidencia tuvo el impacto de “un solo copo de nieve”.
Peligro en el extranjero
El dinero seguía llegando a manos de Madoff, no sólo de inversionistas nacionales, sino también de Thierry de la Villehuchet (aunque Casey le advirtió de Madoff) y otros agentes de bolsa europeos. Markopolos se dio cuenta poco a poco de que Madoff recibía dinero de muchos fondos subordinados extranjeros en Europa y otras partes del mundo, no sólo de inversionistas estadounidenses. En el 2002, Markopolos viajó a Europa y se reunió con administradores de 14 fondos subordinados que habían entregado dinero de sus clientes a Madoff. Se dio cuenta de que Madoff los había atraído como a “mariposas alrededor de la luz”. Algunos de los fondos operaban en paraísos fiscales para aquellos que querían evitar impuestos por sus ingresos. Markopolos tuvo la fuerte sospecha de que gente involucrada en delitos organizados estaba invirtiendo con Madoff a través de ciertos fondos subordinados. Después de su viaje a Europa, Markopolos primero se preocupó por las posibles consecuencias de exponer a Madoff como estafador y causar pérdidas enormes a los inversionistas, entre ellos, temía, a la mafia rusa. Se preguntaba cuánto peligro afrontaba el propio Madoff. Markopolos empezó a tomar precauciones para protegerse a él y a su familia. De manera rutinaria revisaba bajo su auto antes de encenderlo para ver si había una bomba y empezó a dormir con una pistola al lado.
La retrasada destrucción de la trampa de Madoff
En el 2004, Markopolos renunció a Rampart después de casi 13 años y se dedicó a trabajar tiempo completo como investigador de compañías potencialmente fraudulentas, incluyendo a la empresa de Madoff. Casey y Chelo también se fueron a otras empresas, pero siguieron participando en la investigación de Markopolos. Ocrant dejó el periodismo para trabajar en una empresa de inversión, pero siguió compartiendo sus descubrimientos sobre Madoff con Markopolos y el equipo de investigación.
“La gente mata para proteger su dinero y, si mi equipo tenía éxito, mucha gente iba a perder mucho dinero”.
En junio del 2005, el equipo recibió la primera señal de que Madoff tenía problemas. En una comida, Casey se enteró, por un administrador de inversión italiano, que Madoff buscaba bancos que prestaran dinero a sus inversionistas, para que pudieran darle su dinero mas lo que pidieran prestado. Casey también se enteró de que dos grandes bancos, Royal Bank de Canadá y Société Générale de Francia, habían dejado de prestar dinero a los inversionistas que quisieran usarlo para aumentar su posición en el fondo de Madoff. Y, a pesar de eso, la SEC hizo poco por apresurar el fin de la trampa de Madoff. En el 2005, Markopolos volvió a entregar a la SEC advertencias por escrito sobre Madoff. La comisión hizo una investigación superficial sobre Madoff y le ordenó registrarse como asesor de inversiones, porque él afirmaba que manejaba un fondo de cobertura. Madoff seguía engañando a los inversionistas, pero en vez de clausurar el fondo, la SEC permitió que su esquema de Ponzi creciera por tres años más.
“Advertimos a algunas personas acerca de Madoff, pero salvamos a muy pocas. Yo creía que la mejor manera de compensarlo era asegurarse de que la SEC fuera la comisión que debía ser”.
En el 2008, una oleada de juicios hipotecarios redujo drásticamente el valor de los bonos con respaldo hipotecario y valores derivados, y agudizó la recesión en EE.UU. Lehman Brothers, la empresa de banca de inversión condenada al fracaso, se declaró en quiebra en septiembre del 2008, y desencadenó una escasez global de créditos. Preocupados por su liquidez, muchos de los inversionistas de Madoff súbitamente exigieron su dinero para contrarrestar pérdidas en inversiones legítimas. Pero el dinero ya no existía. El 11 de diciembre del 2008, las autoridades de la fuerza pública arrestaron a Madoff. En el transcurso de un año, el inspector general de la SEC publicó una vergonzosa crítica por su falta de atención a las advertencias de Markopolos y otras fuentes sobre Madoff. Markopolos testificó ante dos comités del Congreso sobre Madoff y la ineptitud de la SEC. Las repetidas ocasiones en las que la SEC no detuvo a Madoff expusieron sus debilidades estructurales. La SEC debe tomar acciones de saneamiento, como contratar más expertos en finanzas y menos abogados para analizar las empresas financieras, ofrecer incentivos económicos a los empleados que descubran fraudes financieros de gran escala y alentar a los profesionales en inversión a que presenten evidencia de posibles acciones ilegales de sus empleadores o competidores. Y EE.UU. debe promulgar reformas regulatorias para detener a los Madoffs del futuro.
“El daño que causó Madoff repercutió en todos los mercados financieros del mundo, y en millones de hogares. En un instante, miles de personas fueron arrolladas económicamente”.
El 23 de diciembre del 2008, cuando Thierry de la Villehuchet se enteró de que no había manera alguna de recuperar el dinero que invirtió con Madoff, se suicidó. Perdió US$1.4 mil millones que pertenecían a su familia e inversionistas, incluyendo a los nobles y ricos de Europa. La investigación ya había dejado de ser una “persecución intelectual” para Markopolos: Lloró a Thierry muchos días, furioso con Madoff y con la SEC en nombre de su amigo y de otros inversionistas de Madoff que perdieron tanto.