El capitalismo y los judíos

Libro El capitalismo y los judíos

Princeton UP,
También disponible en: Inglés


Reseña

El protocolo afirma que hablar de religión, dinero y política con extraños no es prudente, pero afortunadamente el profesor Jerry Z. Muller hace caso omiso de ese principio. Tiene muchas publicaciones académicas; aquí presenta cuatro ensayos excepcionales que evalúan el papel de los judíos en el desarrollo del capitalismo en términos de complejas estructuras sociales, históricas y religiosas. El autor escribió esta serie, que abarca siglos de historia, en el curso de 30 años de estudio. Sólo las notas y la bibliografía juntas suman 29 páginas. Muller muestra elocuentemente las relaciones entre las ideas políticas, teológicas y económicas que crearon algunos de los mejores y peores acontecimientos de la sociedad moderna. BooksInShort recomienda ampliamente esta accesible y enriquecedora obra de erudición contemporánea.

Ideas fundamentales

  • A medida que se fue desarrollando el capitalismo moderno en el siglo XVII, los judíos europeos adoptaron la postura de trabajar y aprovecharse de él.
  • Las reacciones a los logros comerciales de los judíos dependían de cómo considerara cada país el capitalismo.
  • Su éxito generó tensiones alimentadas por el capitalismo cambiante y el nacionalismo étnico.
  • La Iglesia medieval prohibía a los cristianos prestar dinero, así que los judíos – excluidos de muchos oficios – satisficieron esa necesidad.
  • La etiqueta de “usura” los colocó en una posición controvertida.
  • Aun cuando ya se aceptaba el cobro de cuotas por interés, la usura era un gran símbolo del capitalismo.
  • Para fines del siglo XIX, los banqueros, como los Rothschild, personificaban a los judíos ante el público.
  • Carlos Marx atacó a los judíos como iconos del capitalismo burgués.
  • Las fuerzas opuestas del siglo XX dieron como resultado tanto el Holocausto como el nacimiento del Estado de Israel.
  • La necesidad de huir de la persecución organizada y las presiones del capitalismo impulsaron el sionismo, el movimiento judío para la creación de su propia nación.
 

Resumen

Razones complejas

El capitalismo ha sido bueno para los judíos y los judíos han sido buenos para el capitalismo. En la Edad Media, hubo muchas emigraciones de judíos; se asentaron principalmente como huéspedes en los países que los recibían y funcionaron como un grupo religioso de mercaderes en el exilio. Al paso de los siglos, las fuerzas históricas, incluyendo el nacionalismo y los movimientos políticos extremistas, determinaron la forma en que se ganaban la vida y practicaban la religión. Cuando surgió el capitalismo moderno en el siglo XVII, participaron significativamente en la economía. Pero el nacionalismo, el antisemitismo y el racismo imbuyeron hostilidad en la opinión pública ante sus logros, lo que afectó la percepción de los judíos de sí mismos. Los judíos intelectuales, como Moisés Mendelssohn, trabajaron para vincular sus ventajas económicas con otras contribuciones generales a la sociedad.

“El capitalismo ha sido la fuerza más importante para determinar el destino de los judíos en el mundo moderno”.

El capitalismo cambiante, la desigualdad económica y el nacimiento del nacionalismo étnico crearon muchos grupos marginales. A medida que se modernizaban las naciones, esas tendencias también incluyeron a los judíos – especialmente a los ricos – como advenedizos religiosos, culturales y financieros. En el siglo XX, algunos se convirtieron al comunismo, la antítesis del capitalismo, en busca de seguridad. La sensación de ser marginados permanentes, y la necesidad de huir de la organizada persecución económica, social y religiosa, llevaron a los judíos a fundar su propia nación.

Ensayo uno: “La larga sombra de la usura”

Los judíos empezaron a prestar dinero para ganar intereses en la Edad Media, con el permiso de la Iglesia Católica. Al reconocer la necesidad de préstamos monetarios, ésta permitió a los judíos, pero no a los cristianos, practicar la “usura” – cobrar intereses – porque consideraba a los judíos fuera de las normas religiosas y sociales, condenados de antemano por no ser creyentes. Las prohibiciones contra la usura y su antiquísimo vilipendio invariablemente implicaban a los judíos y al capitalismo mismo. Hoy en día, el arcaico término “usura” describe una “forma estigmatizada de una actividad que, por lo demás, es aceptada”: prestar dinero, pero con un interés excesivo. La Iglesia medieval condenaba el interés como “usura”, un término que aplicaba a “cualquier actividad económica … considerada inmoral”. Aristóteles decía que la usura era “censurable”. Los teólogos que debatían sobre qué ganancias eran usurarias la consideraban pecado, como se codificó en el Segundo Concilio de Letrán de 1139, que se extendió en la ley canónica del siglo XII y se repitió en el Infierno de Dante.

“Los judíos han tenido una presencia notoria en la historia del capitalismo, como símbolo y como realidad”.

Ya que la Iglesia Católica del siglo XII limitó los préstamos de dinero a los judíos, éstos llegaron a ser indispensables para los gobernantes, y vilipendiados por el público cristiano. Los pensadores políticos y económicos más importantes de la Reforma, incluyendo a Juan Calvino y Martín Lutero, así como la Iglesia Reformada Danesa y las autoridades de la Inglaterra protestante, toleraban los préstamos, pero trataban de limitar las tasas de interés. Mucha gente consideraba que la usura era desagradable y la asociaba a los judíos. Los pensadores más extremistas no hacían distinción entre prestar con intereses y otros negocios, y usaban la “usura” como un término general que condena el comercio, a los judíos o a ambos. La usura se convirtió en un poderoso símbolo del capitalismo y de la actividad mercantil sin restricciones. Para el siglo XVIII, la época de Adam Smith, era usual prestar con intereses, aunque había problemas con las tasas vigentes. Voltaire fue la excepción, pues usó la usura para etiquetar a los judíos de “avaros”. Carlos Marx y Federico Engels incrementaron el sesgo contra los judíos al referirse a ellos como emblemas de la sociedad capitalista. El ensayo de Marx de 1844, “La cuestión judía”, provocó una oleada de alrededor de 2.500 artículos políticos sobre el papel social que desempeñaban los judíos. Los criticaba como parásitos de la sociedad; antisociales; sin interés en las ciencias, las artes y la filosofía, y centrados en el dinero. Marx rechazaba el capitalismo, y usaba a los judíos metafóricamente para atacar a la sociedad burguesa cristiana y judía.

“Los judíos tendían a prosperar cuando lograban la igualdad civil que les permitía involucrarse libremente en actividades mercantiles”.

Para la segunda mitad del siglo XIX, los banqueros internacionales, especialmente los Rothschild, habían empezado a personificar a los judíos ante el público. En 1902, el científico social Werner Sombart escribió que la sociedad precapitalista de campesinos y artesanos era auténtica, pero que el capitalismo moderno, encarnado por los judíos, atacaba a la cultura genuina. El economista británico John Maynard Keynes, quien mencionaba aspectos de la práctica judía como antiindividualista, acusó a los judíos de centrarse en las ganancias de las tasas de interés a expensas de la cultura. Por el contrario, otros pensadores importantes establecieron relaciones positivas entre los judíos y el capitalismo, incluyendo a Georg Simmel, que elogiaba la adaptación de los judíos a las dificultades económicas de los advenedizos, y los comparaba con los “hugonotes en Francia y los cuáqueros en Inglaterra”.

Ensayo dos: “La respuesta judía al capitalismo”

Los decretos cristianos que datan de la Edad Media prohibían la agricultura y los gremios laborales a los judíos. Por ello, más judíos que cristianos se dedicaban al comercio. Los judíos también querían hacerlo porque les daba más tiempo para estudiar el Talmud, que describe en detalle muchos debates religiosos sobre los negocios. A diferencia de las enseñanzas cristianas, éste plantea que la pobreza es una enfermedad que debe evitarse, y también dice a la comunidad judía que debe ser autosuficiente.

“Los judíos han preferido las ocupaciones comerciales desde la Edad Media”.

Durante el surgimiento de la era moderna en el siglo XVIII, la población judía mundial era de 1.1 millones; alrededor de “370.000 vivían en Asia y en África del Norte; 146.000 vivían en Europa Central y Occidental, y 570.000 vivían en Europa Oriental y los Balcanes”. En el siglo XVIII, el pensamiento cristiano se enfocaba en la vida después de la muerte, mientras los judíos se preocupaban por la supervivencia en este mundo. En la práctica, esto significaba evaluar el riesgo, acumular capital, minimizar el consumo y encontrar nuevos mercados. El judaísmo enfatizaba el uso del intelecto sobre la fuerza bruta, y creía en la abstinencia de bebidas alcohólicas, la disciplina y la planeación a largo plazo. Los judíos siguieron un “intelectualismo religioso” basado en extensos estudios de textos, debates y pensamiento abstracto. Este enfoque se tradujo fácilmente en situaciones comerciales cotidianas y se extendió a la medicina y al derecho. Los judíos invirtieron en “capital humano” al tener menos hijos y enfatizar la educación, a menudo mediante ahorros para pagar los estudios de los hijos.

“Los judíos son apreciados precisamente por demostrar el rasgo cultural de la inventiva, el acto intelectual de descubrir nuevas oportunidades para el uso de recursos”.

Las leyes religiosas se fueron ajustando a medida que una mayor cantidad de judíos dependía de la gran población cristiana. EE.UU. otorgó igualdad cívica a los judíos tras la Independencia en 1776. Siguieron Gran Bretaña y Francia, y luego Alemania en 1871 y Rusia en 1917. A los judíos les iba bien por lo general, pero su éxito podía ser peligrosamente notorio. Las reacciones de un país receptor ante los logros comerciales de los judíos dependían de la manera en que éste considerara el capitalismo. Las mayores ganancias financieras de los judíos se dieron en Alemania y en el imperio austrohúngaro. En 1800, los judíos formaban el 4% de la población de Berlín, pero pagaban 30% de los impuestos municipales. También desempeñaron papeles importantes en la banca, especialmente en la formación de sociedades anónimas y bancos comerciales, como el Dresdner Bank, Deutsche Bank y Crédit Mobilier. La población judía de Europa Oriental creció con rapidez de menos de dos millones a principios del siglo XIX a ocho millones a fines de ese siglo. “Aproximadamente dos millones de ellos se fueron a América”.

“La historia económica de la mayoría judía del Estado de Israel fue una versión acelerada de la historia económica de las sociedades capitalistas en Occidente”.

Entre los judíos, una de las respuestas al éxito financiero fue la reacción violenta a favor de la agricultura y la industria, y en contra de las profesiones bancarias. El surgimiento del movimiento laboral sionista propagó la idea de que la existencia nacional judía requería miembros de la clase trabajadora. Una campaña filantrópica en 1907 instó a los judíos a convertirse en agricultores en Texas. Un esfuerzo más concertado ayudó a 60.000 judíos a asentarse en Ucrania y en Crimea de 1924 a 1938. Las purgas de Stalin detuvieron la afluencia; en 1941, los Nazis acabaron con esas comunidades. Aunque el pensamiento socialista influyó en el sionismo, el movimiento para fundar Israel también tuvo un sesgo distintivamente capitalista. Para la década de 1990, Israel tenía más compañías “que cotizaban en las bolsas de valores más importantes de Nueva York”, que ninguna otra nación, a excepción de Estados Unidos y Canadá. Los judíos adoptaron los mercados laissez-faire de Europa y promovieron el desarrollo del libre mercado y la privatización, especialmente en la época de Margaret Thatcher.

Ensayo tres: “Anticapitalismo radical” y marxismo

La trayectoria de ideas que asocia a los judíos con el comunismo y el marxismo también está vinculada con el anticapitalismo y el antisemitismo. La historia moderna asocia a los judíos con el éxito capitalista, lo que exacerba el antisemitismo. Para romper este ciclo, los judíos y otras minorías trataron de ver si las promesas comunistas anticapitalistas llevarían a una sociedad igualitaria e imparcial. A medida que había más judíos que aceptaban esta creencia durante la Primera Guerra Mundial y el surgimiento del bolchevismo, algunos se unieron al Partido Comunista. La reacción violenta en contra del comunismo ocasionó más antisemitismo e, inadvertidamente, asoció a los judíos con el comunismo en la opinión pública. En un artículo de 1920, Winston Churchill llamó al bolchevismo “las confabulaciones de los judíos internacionales”. Esta acusación fue una parte clave de la ideología nazi.

“Hubo muchas tensiones dentro de la corriente sionista – liberales, socialistas, religiosas, revisionistas – y estaban en desacuerdo sobre las perspectivas del futuro del sistema de gobierno judío”.

La mayoría de los judíos se alegró del derrocamiento de los zares antisemitas, pero los judíos en la primera Duma rusa en 1906 eran, en su mayoría, miembros de los partidos centrista y sionista. Sólo el grupo más pequeño era bolchevique. Los judíos generalmente se alejaban del bolchevismo por ser ateo y porque su ideología anticapitalista amenazaba los medios de vida de los empresarios judíos. La amenaza bolchevique de violencia revolucionaria ocasionó que el rabino principal de Moscú, Jacob Mazeh, dijera al judío por nacimiento León Trotsky que la revolución sólo beneficiaría a los revolucionarios, y sería desastrosa para los judíos. Al avanzar la revolución, el Ejército Rojo y el Ejército de Voluntarios Rusos Blancos iniciaron pogromos antijudíos. El segundo mató a 50.000 judíos, y el Ejército Rojo asesinó a otros 70.000 en Ucrania. A pesar del papel moderado que desempeñaron los judíos en la Revolución Rusa, los incendiarios titulares de los periódicos influyeron en la opinión pública en otras partes. La etiqueta “bolchevismo judío” repercutió en los políticos de EE.UU. que aprobaron la Ley Reed-Johnson en 1924; ésta limitaba la inmigración de Europa Oriental. La presencia judía en círculos revolucionarios entre guerras ayudó a reformar el antisemitismo. En las siguientes décadas, Adolfo Hitler solidificó su poder en Alemania y lanzó sus invasiones. El choque del “racismo … seudocientífico” y el antisemitismo se convirtió en una “campaña de exterminio”, y los “nazis y sus colaboradores lograron en pocos años asesinar a seis de cada siete judíos en Europa Central y Oriental”. Cuando los sobrevivientes volvieron y reclamaron las casas que les habían sido robadas, la “clase media confiscatoria” lanzó pogromos en su contra a mediados de los años 40.

“Por tanto, también en Israel, los judíos se han convertido una vez más en una nación muy comercial; han visto que su proclividad histórica es adecuada para la economía global”.

En la Europa posterior a la Segunda Guerra Mundial, Rusia al principio permitió a los judíos asumir altos puestos en el Partido Comunista y después los purgó. Joseph Stalin colocó a judíos comunistas leales en altos cargos en Rumania, Checoslovaquia, Alemania Oriental y Polonia. La gente local sospechaba de esos líderes, e inflamó un nuevo antisemitismo. Entre las naciones del bloque soviético, Hungría era quien tenía más funcionarios judíos en su Partido Comunista. Durante poco tiempo, aceptó a los judíos en cargos influyentes, pero para 1949 empezaba a suplantar a los funcionarios judíos. La represión se volvió contra los ciudadanos, y penalizó a unas 450.000 personas. Stalin abandonó a la mayoría de los comunistas judíos en la época en que se dio el “Juicio de los doctores” en 1952, en el que siete de nueve médicos acusados de delitos médicos eran judíos. En la Checoslovaquia soviética, otro proceso legal en 1952 enjuició a 14 miembros del partido, entre ellos 12 judíos, por delitos contra el Estado. Para 1950, la emigración había dejado sólo 20.000 judíos en Checoslovaquia, pero eso no detuvo el sufrimiento ni el estricto programa antisionista del gobierno en 1968.

Ensayo cuatro: “La economía del nacionalismo y el destino de los judíos”

El surgimiento del nacionalismo a fines de los siglos XIX y XX produjo el sionismo, y específicamente alimentó la necesidad de la comunidad de un Estado conformado sólo por judíos, que “durante mucho tiempo, se han considerado a sí mismos como una religión y un pueblo”. Los miembros de esa comunidad tenían puntos de vista muy divergentes, pero los sionistas estaban de acuerdo en que no era benéfico – ni incluso seguro – vivir bajo una autoridad civil no judía. El sociólogo Ernest Gellner, al hablar de grandes patrones sociales y no de sociedades o acontecimientos específicos, ofrece la teoría alternativa de que el nacionalismo étnico surgió de la urbanización industrial moderna y del capitalismo. Gellner, que escribió en los años 80, hace eco del pensamiento político anterior sobre el encanto del nacionalismo, especialmente para los judíos, que estaban “segregados y sobrerrepresentados en cargos de intermediarios”. Con el incremento del capitalismo, y la competitividad contra los judíos financieros, se vieron aún más marginados. Los cargos económicos, antes ocupados sólo por judíos, se abrieron a la gente nativa en Rusia y otros países. Gellner explicó las grandes evoluciones históricas con base en su estructura. Dice que la sociedad industrial moderna necesita al estado-nación para crear coaliciones que unan los estratos étnicos y sociales con un idioma común y una educación homogénea. En contraste con el aislamiento de los judíos en otras sociedades, el nacionalismo generó un sentido de familia, basado en la historia y en las circunstancias contemporáneas. El sionismo, el movimiento para fundar un Estado judío separado, surgió en respuesta a las presiones del capitalismo, “la base económica del surgimiento del nacionalismo moderno”. El “nacionalismo de la diáspora” ofreció a los judíos una respuesta concreta a la estigmatización y marginalización antes y después “del momento clave del Holocausto”. Pero “ahora su éxito económico y cultural es fuente de envidia y de peligro”.

Sobre el autor

Jerry Z. Muller es profesor de historia en Catholic University of America en Washington D.C. Entre sus libros anteriores están The Mind and the Market: Capitalism in Modern European Thought y Adam Smith in His Time and Ours.