El genio de la bestia

Libro El genio de la bestia

Una re-visión radical del capitalismo

Prometheus Books,
También disponible en: Inglés


Reseña

Desde el desplome del 2008, el capitalismo tiene mala reputación. Los expertos y los analistas (algunos todavía están lamiéndose las heridas fiscales o psíquicas) cuestionan su futuro. El hombre renacentista Howard Bloom dice que la culpa no recae en el sistema, sino en la forma como la gente lo percibe y en lo que ésta aporta. Bloom, hombre de negocios, científico y filósofo, describe, con vertiginoso detalle, cómo toda la vida, desde las más pequeñas bacterias hasta los seres humanos, está genéticamente programada para prosperar en el sistema de libre mercado. Pasa de una época a otra para ilustrar los por qués del pensamiento y el progreso humanos. Sostiene que el capitalismo, con todas sus imperfecciones, permite el surgimiento de lo mejor y lo más brillante. Aboga por la reactivación del negocio moribundo, y le inyecta emoción, deseo y pasión. El libro de Bloom – en su punto culminante, estimula y fascina; en su punto más bajo, divaga y exaspera – sólo se estanca cuando se extiende demasiado en su época de empresario en los años 80. Estudia desde microbios hasta chimpancés, y de la Roma antigua a Marco Polo para argumentar a favor del capitalismo. Aunque algunas de sus conclusiones y ejemplos son debatibles, BooksInShort recomienda este libro como una bocanada de aire fresco en medio del aburrimiento que generan los habituales textos de economía.

Ideas fundamentales

  • El capitalismo ha hecho más por hacer avanzar a la humanidad que cualquier sistema político o religioso.
  • El capitalismo no tiene la culpa de que las economías se desplomen.
  • “Bionomía” es un término que explica la actividad económica humana en términos de imperativos biológicos.
  • Los cambios bioquímicos humanos llevan tanto a la euforia como a la depresión.
  • La humanidad asciende ahora por la “escalera de la complejidad”, que progresa con cada ciclo de auge y caída.
  • Las civilizaciones construyen un “andamiaje de hábitos”, un patrón de símbolos cotidianos. Por ejemplo, la sociedad acepta el papel moneda como un sustituto simbólico de bienes.
  • El capitalismo, como lo ven las economías, gobiernos, periodismo y negocios de Occidente, mejoró muchas vidas.
  • Se ve a los bancos como monolitos insensibles, pero dependen de la emoción, especialmente la confianza.
  • La necesidad de confianza es biológica y está centrada en el cerebro.
  • El mundo de los negocios actuales carece de pasión; “lleve sus emociones consigo a su trabajo”.
 

Resumen

Alimente a la bestia

La mayoría de la gente asocia el capitalismo con una sociedad insensible, automatizada, basada en números. Las frases comunes, “materialismo burdo”, “transformación de bienes en productos básicos” y “consumismo” connotan el desprecio con el que casi todos los espectadores, incluso en sociedades capitalistas, ven el modo de vida occidental. La recesión del 2008-2009 sacudió los valores capitalistas hasta la médula y muchos se preguntan qué pasará en Occidente tras el derrumbe de los mercados libres. No entienden que el capitalismo es un concepto “humano”, arraigado en todos los seres vivos e intrínseco a su humanidad. El capitalismo es el “mecanismo” o “metabolismo” de la civilización occidental; es el “genio de la bestia”.

“El capitalismo ofrece más cosas en que creer que ningún otro sistema anterior”.

“El industrialismo, el capitalismo, el pluralismo, la libre expresión” y “la democracia” están en el núcleo de lo que mueve a los seres humanos a ser lo que son, lo que los hace felices y los impulsa. Actualmente el capitalismo carece de emoción, justamente el rasgo que distingue a los seres humanos de otras formas de vida. El capitalismo debe volver a usar las emociones para ayudar a la sociedad a avanzar y dar satisfacción a los individuos. Los deseos, sentimientos y pasiones que mueven a la gente encienden el motor del capitalismo. Éste ha logrado más que cualquier otro credo de la historia. Mediante inventos que ejemplifican el capitalismo por la manera en la que ayudan a progresar a la gente, este sistema ha cumplido su promesa de mejorar la calidad y la duración de la vida humana. Por ejemplo, antes de la invención capitalista en 1769 del telar mecánico, la mayoría de la gente usaba ropa hecha de pieles de animales, infestada de insectos. Estas prendas en bruto irritaban la piel y no eran lavables, así que era inútil bañarse con regularidad. Pero cuando el telar mecánico hizo asequible el algodón, todos, ricos y pobres, pudieron tener ropa barata, cómoda y lavable. Alrededor de 1840, “aumentó” la disponibilidad tanto de algodón como de jabón, y la gente empezó a bañarse con más frecuencia; hubo menos enfermedades y aumentó considerablemente la expectativa promedio de vida.

La biología de los auges y las caídas

Las subidas y bajadas han sido inherentes en todas las formas de vida desde el inicio de los tiempos. Los conceptos de crecimiento y descenso están genéticamente grabados en la gente, los animales e incluso los microbios, y son necesarios para la continuidad de la vida. Estos ciclos llevan a la “exploración, consolidación y reutilización” de una persona y de la sociedad. Los exploradores incursionan en nuevos territorios (física o mentalmente); las siguientes generaciones se consolidan y agregan conocimiento aprovechando el pasado para crear algo nuevo. La reutilización es la manera en que la naturaleza guía a los organismos a reinventarse y re-crearse. En términos darwinianos, cuando la hay adversidad, quienes no pueden adaptarse o no lo hacen no sobreviven. La reutilización es parte de la “máquina secular de génesis ... el mecanismo que permite que nazcan creaciones radicalmente nuevas sin la intervención de una deidad”. De hecho, como en el cuerpo mueren 10 mil millones de células al día, en esencia uno se renueva constantemente.

“El capitalismo se basa en ... tener una noción asombrosa, y mantenerla a pesar de dudas y burlas, infectar a otros con su visión, luego persistir durante los años o décadas que sean necesarios para convertir lo que parece ser una locura en una nueva realidad”.

Los estudiosos de ciclos económicos generalmente señalan a los banqueros, mercados, políticos o a las normas como los héroes de la prosperidad o los culpables del declive, pero, en realidad, el crédito de las alzas y la culpa de las bajas están en la composición genética de los seres humanos. La “teoría de la bionomía” trata de entender la evolución de la actividad económica humana en términos de imperativos biológicos. Por ejemplo, en cierto entorno nutricional, las esporas del moho mucilaginoso crecen al arrojar cientos de miles de amibas. Cuando disminuye el suministro de alimento, algunas esporas emiten una “señal química de peligro”; el grupo entero está a punto de colapsarse y usa a algunos de sus propios miembros como alimento para arrojar las esporas restantes de su material genético a un nuevo entorno, rico en alimento, y crea así una nueva colonia. De manera similar, las crisis económicas llevan a la gente y a las compañías cerca del colapso, por lo que centran la atención en ellas mismas, dejan de gastar y contraen su vida económica. Las personas que pierden su empleo o las empresas que están a punto de cerrar sobreviven porque se metamorfosean (v.g., en empresarios o fusiones) o reutilizan recursos para buscar nuevos empleos y crear nuevas entidades, aun a costa de los más débiles. El valor y el reto de una caída es reutilizarse a uno mismo de la misma manera que la naturaleza reutiliza el moho.

“Los cracs económicos ... son parte de nuestra biología. Son motivados por un motor emocional de masas”.

Las abejas también sufren depresión en las malas épocas, pero se la sacuden para salir adelante. Los ciclos de auges y caídas siguen todos los ciclos de las abejas; se apresuran a recoger suficiente polen en poco tiempo para hacer suficiente miel que dure todo el año. Cuando a las “abejas recolectoras” se les acaban las flores, las otras abejas de la colmena las rechazan, por lo que pierden energía y se “deprimen”. Pero cuando una abeja recolectora especialmente aventurera encuentra un nuevo arriate, regresa a la colmena para realizar una danza extática e intrincada que comunica la ubicación de las nuevas flores. El baile vigoriza a las abejas deprimidas que van voladas hacia las flores y vuelven cargadas de polen y con una nueva energía para continuar su ciclo de auge y caída.

El ascenso de la mejora continua

En 1776, la civilización occidental finalmente recuperó el estándar de vida que disfrutaban los romanos en el año 410 antes de que el imperio empezara a desintegrarse. Aunque las sociedades han fluctuado económicamente durante siglos, sólo han ascendido por la “escalera de la complejidad” a partir del siglo XVIII, lo que significa que en cada caída la gente está nominalmente mejor de lo que estaba en la caída anterior, aunque generalmente no se sienta mejor. En 1795, un derrumbe económico provocó hambruna en masa en Francia e Inglaterra. La multitud hambrienta llevó a los aristócratas franceses a la guillotina. Con ese escarmiento, el gobierno británico estableció pagos de asistencia social y comedores populares. Para cuando llegó el pánico de 1907, EE.UU. ya había creado redes de seguridad social. Los estadounidenses ya no temían a la hambruna, pero sí a perder sus ahorros. Para el 2008, ya no tenían que preocuparse ni por el fracaso bancario ni por perder el empleo, porque el gobierno garantizaba los depósitos bancarios y pagaba seguros de desempleo. Pero quienes estaban en quiebra y desempleados se sentían tan desconsolados como los campesinos franceses que morían de hambre a fines del siglo XVIII. ¿Por qué? La biología reajusta los receptores cerebrales de serotonina, que se disparan cuando uno está bien y caen cuando uno fracasa. Cuando uno está bien, “sus percepciones, su energía, la seguridad en sí mismo, su sistema inmunológico e incluso su postura se incrementan”. Pero cuando está decaído, las hormonas glucocorticoides del estrés plagan el sistema nervioso, destruyen células cerebrales, reducen la inmunidad y la capacidad para ver soluciones”. Si se liberan flujos de hormonas de estrés durante mucho tiempo, se puede caer en la “impotencia aprendida”, inducida por otra hormona, la sustancia P, un “químico autodestructivo producido por las propias células”.

“Cuando los directores ejecutivos, vicepresidentes, usted y yo rechazamos el núcleo emocional de nuestro trabajo, nos enterramos puñales en los ojos. Es hora de ver con claridad, no de ceguera”.

La escalera de complejidad revela cómo una sociedad construye una “andamiaje de hábitos”, una colección de símbolos y rituales incuestionables de la vida diaria, como entender que el dinero tiene valor como un sustituto de bienes. En algún momento inicial de la evolución económica de una cultura, el oro y la plata se convirtieron en “símbolos de primer orden” que representaban directamente bienes o servicios. Con el tiempo, la gente aceptó el papel moneda como sustituto del oro, un “símbolo de un símbolo”. Los cheques y las cuentas bancarias son “símbolos de un símbolo de un símbolo”. Las tarjetas de crédito, los contratos de futuros y los derivados están en un nivel más alto en la “pila de símbolos”. Cada paso hacia arriba en esta escalera permite transacciones más grandes, más grandiosas, más complejas y más riesgosas. Las permutas de incumplimiento crediticio inclinaron la torre de símbolos en el 2008. Las buenas noticias son que no se derrumbó la torre completa – las tarjetas de débito funcionaban, los depósitos bancarios sobrevivieron y nadie se murió de hambre. El valor de un crac ocasional es que permite a la sociedad descubrir los peligros de esos símbolos y establecer convenciones para limitar el daño que puedan infligir.

La infraestructura de la fantasía

Los mayores logros del mundo a menudo empiezan con una idea, un pensamiento, una noción fantástica enraizada en un hecho a menudo mundano. En 1865, el corredor de bolsa francés Julio Verne escribió De la Tierra a la Luna, una novela en la que los personajes construyen un cohete fantástico con base en un cañón gigante real de la Guerra Civil de EE.UU. Dos muchachos cautivados por la novela de Verne, Hermann Oberth en Alemania y Konstantin Eduardovich Tsiolkovskii en Rusia, más tarde escribieron libros sobre cohetes y exploración espacial. Un chico alemán, Wernher von Braun, leyó sus libros y la historia de Verne. Cuando se hizo adulto, Adolfo Hitler le dio dinero y materiales para hacer un cohete V-2 suficientemente letal para bombardear Londres y “suficientemente grande para llegar al límite del espacio”. Al caer el Tercer Reich, von Braun se entregó a los estadounidenses, quienes vieron las ventajas militares de su cohete. En EE.UU., von Braun trabajó con un artista y arquitecto que compartía sus sueños de viajes al espacio, Chesley Bonestell, el diseñador del edificio Chrysler. Juntos publicaron visiones surrealistas de los futuros viajes espaciales en libros inmensamente populares que atrajeron la atención de Walt Disney. Disney contrató a von Braun como anfitrión de una serie de programas de TV sobre el espacio, y se inspiró en los relatos de Bonestell para parte de su diseño de Disneylandia – que hizo que aún más niños quedaran cautivados por el espacio. En 1960, el presidente John F. Kennedy hizo que la fantasía se hiciera realidad. Cada persona de esta cadena, desde Julio Verne hasta los científicos de cohetes de la actualidad, ha contribuido a la infraestructura de la fantasía. La fantasía de Verne llevó a un logro real; así funciona el capitalismo.

Café, té y el CI del grupo

El combustible del capitalismo es el talento humano y su ingenio, y a menudo los elementos de rutina más ordinarios hacen arder ese combustible. Con la “apertura de rutas marítimas a Oriente”, Inglaterra fue la primera en tener té de China, junto a sus novedosos ternos y teteras. La nueva infusión llevó al ritual diario del té, una manera totalmente nueva de marcar el tiempo. La gente se reunía a socializar, intercambiar ideas y aumentar “el CI del grupo, el intelecto en masa que generamos cuando, como abejas, aportamos lo que sabemos”. En 1700, llegó el café de Turquía para acelerar la energía británica con cafeína. Las cafeterías se convirtieron en sitios creadores de inventos modernos, y generaron “la revista, el boletín informativo de negocios, el periódico, la compañía, el mercado bursátil y la industria de seguros”. El estadounidense P.T. Barnum, empresario de circos, incrementó el CI de grupo del público general al ofrecer novedad y asombro con su circo y actos teatrales, y permitir a la gente ver y pensar en cosas que de otra manera nunca hubiera experimentado.

El capitalismo se alinea con la humanidad

La libre empresa es la que mejor responde a las necesidades de muchos, contrario al principio marxista de que el capitalismo promueve la codicia. “El equipo maravilla del sistema occidental – el gobierno, la industria de protesta, los exploradores y los negocios” salvaron y mejoraron las vidas de millones al crear suministros de agua potable, tratamiento de aguas negras, códigos para incendios y sistemas de plomería en interiores. Los reporteros sensacionalistas expusieron la corrupción de los negocios de petróleo y de las empacadoras de carne a principios del siglo XX. Las historias de esos sensacionalistas, con el tiempo, lograron corregir muchas injusticias. El capitalismo es el único sistema que fomenta esa industria de protesta, una importante verificación y equilibrio a los excesos y defectos de los mercados.

“Casi cualquier fe ... promete ayudar a los pobres y a los oprimidos. Pero sólo el capitalismo ofrece lo que estas ideologías y religiones profesan. El capitalismo saca adelante a los pobres y los ayuda a vivir sus sueños”.

El capitalista sin escrúpulos John D. Rockefeller mejoró las vidas de generaciones de personas en todo el mundo con su cruzada para estandarizar la calidad y suministro del petróleo refinado. Esto permitió, tanto a pobres como a ricos, disfrutar horas extras de iluminación por las noches, y añadió 58.400 horas de actividad o más de seis años de tiempo productivo, a la duración promedio de vida.

“El capitalismo emocional”

Los bancos, a menudo representados como monolitos insensibles, en realidad dependen de las emociones para mantener el negocio, ya que el término “crédito” viene de la palabra latina “credere”, que significa confianza. Las emociones, sobre todo la confianza, hicieron posible el antiguo comercio marítimo. Los bancos mercantes dieron a los bancos de sus socios comerciales cartas de crédito que prometían pagar los bienes transportados. Incluso ahora, para hacer negocios, uno debe creer que su banco servirá de salvaguarda a su dinero, lo usará bien y lo devolverá cuando se le pida. La necesidad de confianza es biológica: Las emociones sobre el crédito están arraigadas en el cerebro.

“¿Cómo puede alguien ir a trabajar con la ilusión de que la pura racionalidad será la clave de su éxito?"

Lo que más necesita el capitalismo moderno es lo que sus fervientes defensores han tratado de negar a toda costa: emoción. El esfuerzo humano está basado en la pasión, el deseo y la búsqueda de identidad y atención. El capitalismo funciona mejor cuando responde a esas necesidades humanas. Se deben “llevar las emociones consigo al trabajo”. Cada ser humano es responsable del crecimiento del planeta y de la edificación de la sociedad; la gente es una parte importante de la máquina secular de génesis. La naturaleza, como las economías, crea, crece, se marchita y muere, sólo para volver a crear, y las personas son los motores que hacen que eso suceda.

Sobre el autor

Howard Bloom es hombre de negocios, científico y filósofo. Es autor de The Lucifer Principle: A Scientific Expedition into the Forces of History y de Global Brain: The Evolution of Mass Mind from the Big Bang to the 21st Century.