Prosperidad sin crecimiento

Libro Prosperidad sin crecimiento

La economía para un planeta finito

Earthscan,
También disponible en: Inglés


Reseña

El producto interno bruto (PIB) es una medida del crecimiento económico, pero no refleja el daño ecológico que dicho crecimiento provoca. Al priorizar el crecimiento económico, las sociedades capitalistas permiten un consumo excesivo de petróleo y otros recursos naturales finitos; por ejemplo: el fomento al crecimiento llevó a un frenesí de desregulación que está agotando los recursos vitales y comprometiendo la calidad del agua y el aire. Uno de los mayores desafíos del siglo XXI será aprender a adaptar el capitalismo sin permitir que el clima sufra un daño irreparable. Tim Jackson, profesor de desarrollo sostenible, cuestiona la innovación de productos, la productividad de la mano de obra y otros pilares del capitalismo moderno que dañan el ecosistema; y es un científico muy concienzudo, hasta en el apéndice rigurosamente matemático. La forma es buena, lo mismo que el contenido. BooksInShort recomienda este innovador libro a los lectores que buscan obtener más conocimientos sobre los desafíos que enfrentan la administración y las políticas para generalizar la prosperidad, al tiempo que se salvaguarda el medio ambiente.

Ideas fundamentales

  • El crecimiento económico y el control de la contaminación son prioridades de aceptación generalizada frecuentemente en pugna.
  • El PIB mide el rendimiento económico, pero no su costo ecológico.
  • Los gobiernos deben alentar las actividades que limitan los daños ecológicos.
  • El consumo sin límites es un callejón sin salida, según la teoría de la disminución de la ganancia marginal: cuanto más se consume tanto menos satisfacción se obtiene con cada compra adicional.
  • El estímulo económico prepara el terreno para una recesión subsecuente, porque distribuye mal el capital entre los consumidores, las empresas y las agencias públicas.
  • El empleo total es preferible al crecimiento del PIB, que puede aumentar aunque el empleo sea escaso.
  • La fascinación por la novedad impulsa la innovación, clave del crecimiento económico.
  • Sólo unas cuantas empresas “Cenicienta” hacen negocios sostenibles ecológicamente.
  • En una economía sostenible, el empleo puede depender de las “actividades con pocas emisiones de dióxido de carbono”, como la educación, la restauración, la agricultura y los servicios de salud.
  • Las iniciativas voluntarias no son suficientes: la intervención de los gobiernos es necesaria para salvar el ecosistema.
 

Resumen

Definición de prosperidad

La prosperidad es más que riqueza material. Es un sentido de seguridad que permite a las personas ser más felices y tener una vida más significativa. Sus beneficios suelen ser sociales, no individualistas. Las principales fuentes de “prosperidad común” incluyen el acceso a la educación y a la atención médica, el consumo sostenible de recursos naturales, aire y agua limpios y un mercado laboral estable.

“La prosperidad significa la eliminación del hambre y de la falta de vivienda, el final de la pobreza y la injusticia, la esperanza de un mundo seguro y pacífico”.

El rendimiento económico es una medida más limitada del progreso social que la prosperidad: los economistas miden el rendimiento – que tiene costos explícitos e implícitos – en función del producto interno bruto (PIB), que representa las compras de los consumidores – el mayor componente del PIB –, la inversión empresarial y el gasto gubernamental, mas las exportaciones, menos las importaciones.

“La idea de una economía que no crece puede ser un anatema para un economista; pero la idea de una economía en crecimiento continuo es un anatema para un ecologista”.

Cuando las estrategias de crecimiento se aplican sin tomar nada más en consideración, se omiten por completo los límites físicos del planeta; por ejemplo: muchas políticas gubernamentales alientan el consumo a expensas del ahorro y la inversión. Aunque el PIB mide las ganancias privadas, de la producción de petróleo, por ejemplo, no refleja el costo público de la contaminación del aire debida a las emisiones resultantes ni las consecuencias totales de restar importancia a las fuentes de combustibles renovables, cuya necesidad se intensificará en el futuro previsible.

Crecimiento económico, estabilidad económica y utilidad marginal

El pánico financiero mundial del 2008 tuvo sus raíces en el miope compromiso con el crecimiento económico. La débil regulación gubernamental contribuyó a la excesiva expansión del mercado hipotecario, que se derrumbó, alimentó el pánico de los principales bancos e instituciones de inversión y redujo la disponibilidad mundial del crédito. Como otras crisis financieras, la del 2008 sugiere que insistir en el crecimiento económico puede reducir la estabilidad económica. La intervención regulatoria para estimular el crecimiento económico puede preparar el terreno para una recesión, porque distribuye mal el capital entre los consumidores, las empresas y las agencias públicas.

“La visión predominante de la prosperidad como un paraíso económico en expansión continua se ha deshilachado”.

Esos tropiezos gubernamentales generan dudas sobre la cantidad de crecimiento económico necesaria. La teoría económica plantea cuestiones similares: los bienes y servicios incorporan un factor que los economistas llaman “utilidad marginal decreciente”, lo cual significa que cada unidad adicional de un producto o servicio en particular procura a su dueño menos satisfacción que las unidades anteriores.

“La ceguera es tan evidente en nuestra incapacidad para regular los mercados financieros como en nuestra incapacidad para proteger los recursos naturales”.

Los ingresos también poseen una utilidad marginal decreciente: los estudios muestran que, una vez que las personas obtienen ingresos que cubren todas sus necesidades, adquirir más dinero sólo tiene un lazo muy débil con la satisfacción personal. En una encuesta mundial, el Worldwatch Institute halló que en Dinamarca, Irlanda, Nueva Zelanda y Suecia las personas tenían menos ingresos que los residentes de Estados Unidos, pero se sentían más satisfechas con su vida.

Más allá del consumo: el concepto del desdoblamiento

El consumismo es una cultura mundial que impulsa el crecimiento económico y sus consecuencias incluyen una fascinación derrochadora por la novedad. Aunque muchas innovaciones han mejorado nuestra vida, la demanda constante de productos novedosos estimula una actividad económica insostenible que daña la naturaleza.

“Los bienes materiales constituyen un lenguaje vital con el que nos comunicamos entre unos y otros sobre las cosas que realmente importan: la familia, la identidad, la amistad, la comunidad y nuestro propósito en la vida”.

Con políticas públicas que redujeran al mínimo la destrucción ambiental podría contenerse el crecimiento económico inicialmente; en el largo plazo, los países inteligentes cosecharían frutos de los cambios sostenibles en su economía. Un cambio repentino a una política económica de poco o ningún crecimiento dañaría a Estados Unidos, el Reino Unido y otros países capitalistas, pero, si el cambio fuese gradual, la transición sería más fácil y las ganancias, más seguras.

“En un mundo de límites, ciertos tipos de libertad son imposibles o inmorales: la libertad de acumular interminablemente bienes materiales es una de ellas”.

“La reacción convencional al dilema del crecimiento es recurrir al concepto del desdoblamiento”, que puede tener dos formas: el “desdoblamiento relativo” es una disminución del daño ambiental por cada unidad de producción económica; en otras palabras, aunque el desdoblamiento relativo redujese los daños ambientales, éstos podrían incrementarse a medida que la producción aumentase. Por otra parte, el “desdoblamiento absoluto” se refiere a una disminución absoluta de los daños ambientales totales (“daños de los recursos”) debidos a la actividad económica, lo cual es la manera de mantener las emisiones de dióxido de carbono a un nivel sostenible. Ahora es el momento de empezar a conceptuar nuevos modelos económicos para evitar el desastre ecológico.

Más mano de obra, menos energía

Por lo general, se considera que la productividad de la mano de obra es algo bueno: el aumento de la productividad significa menor costo de la mano de obra por unidad de producción. También tiende a incrementar el “rendimiento” económico, porque transforma las materias primas en productos, pero consume recursos naturales no renovables y produce contaminación.

“Lo crítico es la cuestión de si una economía creciente es esencial para la estabilidad económica”.

Las empresas necesitan mayores incentivos para ofrecer productos y servicios que requieran más mano de obra y menos consumo energético y, a la inversa, necesitan menos incentivos para invertir en la automatización, que destruye las oportunidades de empleo y aumenta el problema de la emisión de dióxido de carbono.

“La economía – en particular la macroeconomía – es analfabeta en ecología”.

El tener muchos empleos en la economía sostenible del futuro significaría brindar un apoyo a las “actividades económicas con pocas emisiones de dióxido de carbono”; y probablemente se encontrarán en campos como la educación, la capacitación, la restauración, las reparaciones, la biblioteconomía, la agricultura, la jardinería, la salud y el buen estado físico.

“La nueva macroeconomía tendrá que ser ilustrada ecológica y socialmente para poner fin a la locura de separar la economía de la sociedad y el medio ambiente”.

Las políticas públicas deberían fomentar el empleo total, pero no necesariamente el crecimiento económico. Ello requeriría una nueva estructura regulatoria para enfrentar las recesiones económicas; por ejemplo: alentar a más propietarios de empresas a reducir las horas de trabajo de sus empleados durante una recesión, en lugar de eliminar puestos. En un estudio de la Universidad de Massachusetts se halló que una inversión gubernamental de US$100 mil millones, a lo largo de dos años, en seis campos urgentes – “modernización de edificios, ferrocarriles de pasajeros [y] carga, redes eléctricas inteligentes, energía eólica, energía solar y biocombustibles de segunda generación” – generaría dos millones de empleos. Si los consumidores gastaran la misma suma, esa actividad económica generaría 1.7 millones de empleos; y un gasto similar en las empresas de petróleo crearía 600 mil empleos.

Más riqueza, menos alegría

La terminología macroeconómica pone obstáculos a la prosperidad: los ‘macroeconomistas’ se obsesionan con las unidades contables de materiales y bienes manufacturados y no prestan suficiente atención al planeta y su población. Ellos tienden a confinar sus análisis a las componentes del PIB, una medición incompleta del progreso que excluye los costos ecológicos y sociales del crecimiento; además, tratan erróneamente la economía como si fuese algo separado de la sociedad y el ambiente.

“Los exhortos simplistas a las personas para que se resistan al consumismo están destinados al fracaso”.

El psicólogo social Tim Kasser propone una “nueva visión de la prosperidad”: argumenta que el crecimiento económico destruye los valores humanos “intrínsecos”. La aceptación de sí es fundamentalmente valiosa, pero los aspectos materiales, como la fama y la riqueza, generan más aprobación y atención del público. Kasser afirma que el deseo de crecimiento económico impulsa una movilidad excesiva de la mano de obra y hace de lo efímero un lugar común. Esos costos no considerados del crecimiento económico pueden ser mayores en los países industrializados, donde el aislamiento social ha aumentado tanto como los ingresos personales. Unos estudios hechos por la Universidad de Sheffield arrojan dudas sobre el supuesto de que más ingresos significan más felicidad: los investigadores aplicaron un índice de actividad comunitaria en algunas ciudades británicas de varias regiones y descubrieron que, durante un período de treinta años, la soledad aumentó en todas las regiones, pese a que los ingresos medios se duplicaron.

“Los límites a la actividad económica los establece en parte la ecología del planeta y, en parte, la escala de la población mundial”.

Algunos ciudadanos de países industrializados han llegado a la conclusión de que la insensata acumulación de riqueza material obstaculizaba su búsqueda de la felicidad y ahora eligen estilos de vida más simples para mejorar su satisfacción personal y reducir al mínimo los daños ecológicos.

Para superar el materialismo

La conservación está perdiendo la batalla contra el consumismo; incluso quienes desean tomar decisiones inteligentes para el ambiente tienen dificultades, pues muy pocas empresas les hacen caso; y las que se centran en la sostenibilidad ambiental operan en la periferia del mundo de los negocios: las empresas que se preocupan por la ecología son una “economía Cenicienta desairada que sigue aguardando”. Si se cambiaran adecuadamente las políticas públicas, más empresas se comprometerían con la protección del medio ambiente: la economía Cenicienta crecería y transformaría industrias enteras; el tránsito de masas podría expandirse con más rapidez que el transporte individual; y las ventas de productos y servicios que conservan energía podrían rivalizar con las que utilizan combustibles fósiles.

“La deriva cultural que refuerza el individualismo a expensas de la sociedad y apoya la innovación a expensas de la tradición es una distorsión de lo que significa ser humano”.

Ahora bien, lograr una economía sostenible es imposible si no se transforma la estructura regulatoria: la aplicación de la ley es crítica.

La función del gobierno

Seguramente los defensores de la política económica liberal se opondrán a la idea de que los gobiernos deben intervenir en la economía para alcanzar las metas sociales y ecológicas; pero la intervención gubernamental inteligente puede apoyar una actividad económica sostenible que sea productiva y conservadora de la naturaleza. Encontrar un mejor equilibrio entre el crecimiento y la estabilidad requiere un esfuerzo unificado. En The Challenge of Affluence, el historiador Avner Offer, de Oxford, señala que a menudo las personas satisfacen miopemente sus necesidades inmediatas y después lamentan las consecuencias de largo plazo.

“Por sí mismas, las cosas no nos ayudan a prosperar”.

La respuesta de los gobiernos a la necesidad de buscar la prosperidad sin pagar el precio de los desagradables efectos secundarios del crecimiento económico debe seguir un proceso de tres pasos:

  1. “Poner límites” – Los gobiernos son responsables de poner límites al abuso del ecosistema: gravar el uso de combustibles basados en el carbón es una manera de limitar el agotamiento de los recursos naturales y el deterioro de la calidad del aire y el agua. Imponer y aumentar esos gravámenes puede generar un financiamiento para mitigar la contaminación.
  2. “Fijar el modelo económico” – La inversión en el medio ambiente puede generar un menor rendimiento que las acciones y bonos convencionales; después de todo, los inversionistas en la integridad del ambiente también generan un beneficio público; y las personas estarían más dispuestas a hacer “inversiones ecológicas” si tuvieran incentivos adecuados.
  3. “Cambiar la lógica social” – Elegir un estilo de vida más modesto y sostenible es crítico; al igual que los esfuerzos por restablecer las comunidades y hacerlas más resistentes a la recesión.

La palabra “frugalidad” puede parecer anticuada en una sociedad basada en el consumismo; pero el periodista Harry Eyres, del Financial Times, señala que este término deriva del latín “fruto”, lo cual es un útil recordatorio de que la conservación, no el consumo, puede rendir grandes cosechas.

Sobre el autor

Tim Jackson es Comisionado de Economía en la Sustainable Development Commission, empresa consultora independiente del gobierno del Reino Unido, y enseña en la Universidad de Surrey, donde dirige el grupo de Investigación de Estilos de Vida, Valores y Medio Ambiente.